¿Que és el Espiritismo?

Allan Kardec

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Sociedad espiritista de París

V. –Sé que dirige usted una sociedad que se ocupa en estos estudios; ¿Me sería posible ingresar en ella? A. K. –Por ahora ciertamente que no: porque si para ingresar en la misma no se necesita ser doctor en Espiritismo, es preciso por lo menos tener sobre este particular ideas más fijas que las de usted. Como no quiere ser turbada en sus estudios, no puede admitir a los que le harían perder el tiempo en cuestiones elementales, ni a los que, no simpatizando con sus principios y convicciones, introducirían el desorden con discusiones intempestivas o por Espíritus de contradicción. Ella es una sociedad científica, como otras muchas, que se ocupa en profundizar los diferentes puntos de la ciencia espiritista, procurando esclarecerlos. Es el centro donde convergen las enseñanzas de todas las partes del mundo, y donde se elaboran y coordinan las cuestiones que se refieren al progreso de la ciencia, pero no una escuela, ni una enseñanza elemental, más tarde, cuando las convicciones de usted están formadas por el estudio, se verá si hay lugar a admitirle. En el ínterin, podrá usted como máximo asistir una o dos veces como oyente, con la condición de no hacer reflexión alguna que pueda ofender a nadie, pues de lo contrario, yo, que le abría presentado a usted, sufriría los reproches de mis colegas, y a usted se le cerraría la puerta para siempre. Verá usted una reunión de hombres serios y de buen trato, cuya mayor parte se recomienda por la superioridad de su saber y de su posición social, y que no permitirían que aquellos a quienes admite la sociedad se separasen lo más mínimo de los buenos modales; porque no se figura usted que ella invite al público, y que llame a sus sesiones al primer transeúnte. Como no hace demostraciones para satisfacer la curiosidad, huye cuidadosamente de los curiosos. Los que creyesen, pues, encontrar en ella una distracción o un espectáculo, se llevarían chasco y harían muy bien en no presentarse a la misma. He aquí por qué no admite, ni siquiera como simples oyentes, a los que no conocen o a aquellos cuyas disposiciones hostiles son notorias.