EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Instinto e inteligencia

11. ¿Cuál es la diferencia entre el instinto y la inteligencia? ¿Dónde termina uno y comienza la otra? El instinto, ¿es una inteligencia rudimentaria, una facultad distinta o un atributo exclusivo de la materia? El instinto es la fuerza oculta que lleva a los seres orgánicos a realizar actos espontáneos e involuntarios para sobrevivir. La reflexión y la premeditación no entran en los actos instintivos. Es así como la planta busca el aire, se vuelve hacia la luz, dirige sus raíces en dirección al agua y la buena tierra. Como las enredaderas se enroscan alrededor de su sostén o se enganchan con sus zarcillos. Por instinto, también los animales advierten lo que les es útil o perjudicial. Es el instinto el que los lleva a dirigirse, según las estaciones, hacia climas más propicios. A construir con más o menos arte, según las especies, y sin lecciones previas: refugios y lechos mullidos para su progenie, conocer los métodos para atrapar la presa que les servirá de alimento, manejar con destreza las armas ofensivas y defensivas que poseen. Es el instinto el que acerca a los sexos, lleva a la madre a cuidar de sus pequeños y empuja a éstos hacia ella. En el hombre, el instinto prevalece en el período de la infancia: por instinto es que el niño realiza sus primeros movimientos, toma el alimento, llora para expresar sus necesidades, imita el sonido de la voz e intenta hablar y caminar. Incluso en el adulto ciertos actos son instintivos, como pueden ser los movimientos espontáneos para precaverse de un peligro e intentar salir de él, mantener el equilibrio, entornar los párpados para atenuar el fulgor de la luz, abrir mecánicamente la boca para respirar, etc.

12. La inteligencia se revela mediante actos voluntarios, reflexivos, premeditados y combinados según las circunstancias. Es indudablemente, un atributo exclusivo del alma. Todos los actos mecánicos son instintivos. Los que denotan reflexión y premeditación son inteligentes. Unos son libres, los otros no lo son. El instinto es una guía seguro, jamás se equivoca. La inteligencia, en razón de su carácter libre, está sujeta a errores. 1. El error consiste en creer que el alma salió perfecta de manos del Creador, mientras que, por el contrario, Dios quiso que la perfección fuese el resultado de la depuración gradual del espíritu y de su propia labor. Deseó que el alma, en virtud de su libre arbitrio, pudiese optar entre el bien y el mal y que llegase a su meta última gracias a una vida de luchas y de resistencia a éste. Si hubiese creado al alma perfecta y asociada a su eterna beatitud, la hubiera hecho no a su imagen, sino a su semejanza (Bonnamy, juez de instrucción: La razón del Espiritismo, cap. VI). [N. de A. Kardec.] Aunque el acto instintivo no tenga el carácter de inteligente, revela una causa inteligente esencialmente previsora. Si se afirma que el instinto se origina en la materia habría que admitir que la materia es inteligente, incluso más inteligente y previsora que el alma, ya que el instinto no comete errores y la inteligencia sí se equivoca. Si se considera al instinto una inteligencia rudimentaria, ¿cómo puede ser que en ciertos casos supere a la inteligencia racional? ¿Qué posibilita la ejecución de cosas que la inteligencia no puede lograr? Si es el atributo de un principio espiritual especial, ¿qué ocurre con ese principio? Ya que el instinto se esfuma, ¿también desaparece el principio? Si los animales estuviesen dotados sólo de instinto, su porvenir carecería de una salida y sus sufrimientos no tendrían compensación alguna. Esto no estaría de acuerdo ni con la justicia ni con la bondad divina (cap. II:19).

13. Según otra hipótesis, el instinto y la inteligencia se originarían en un único principio. En un comienzo sólo poseerían las cualidades del instinto, mas llegado a cierto grado de su desarrollo sufriría una transformación que le otorgaría los atributos de la inteligencia libre. Si así fuese, cuando un hombre inteligente pierde la razón y se guía por el instinto, su inteligencia volvería a su fase primitiva, y cuando recobrara la razón, el instinto se manifestaría como inteligencia, y así sucesivamente, lo que no es admisible. Por otra parte, instinto e inteligencia actúan juntos muy a menudo. Cuando caminamos, por ejemplo, el movimiento de las piernas es instintivo, el hombre coloca un pie delante del otro mecánicamente, sin pensar, pero cuando quiere apresurar el paso o ir más despacio, levantar el pie o dar un rodeo para evitar el obstáculo, en eso hay cálculo, se trata de un propósito deliberado. El impulso involuntario del movimiento es el acto instintivo, la dirección calculada del movimiento es el acto inteligente. El animal carnicero llevado por el instinto se alimenta de carne, pero las precauciones que toma para atrapar a la prensa varían según las circunstancias. Su previsión ante las eventualidades es un acto inteligente.

14. Otra hipótesis que concuerda perfectamente con la idea de unidad de principio, resulta del carácter esencialmente previsor del instinto y corrobora, al mismo tiempo, lo que el Espiritismo nos enseña en lo que respecta a las conexiones del mundo espiritual y el corporal. Sabemos hoy que los espíritus desencarnados tienen la misión de velar por los encarnados, a quienes protegen, guían y cubren con sus emanaciones fluídicas, y también sabemos que el hombre obra a menudo de manera inconsciente bajo la acción de esos efluvios. Se sabe, además, que el instinto produce actos inconscientes y que él predomina en los niños y en general en los seres cuya razón es débil. Según esta hipótesis, el instinto no sería un atributo ni del alma ni de la materia, no pertenecería al ser vivo, sino que sería un efecto de la acción directa de los espíritus protectores invisibles, quienes reemplazarían la imperfección de la inteligencia al provocar ciertos actos inconscientes necesarios para la preservación del ser. Sería como el andador que sirve de sostén al niño hasta que éste aprende a caminar. Así como se suprime gradualmente el andador a medida que el bebé aprende a sostenerse solo, así los espíritus protectores dejan a sus protegidos solos a medida que aprenden a conducirse guiados por su propia inteligencia. El instinto no sería, pues, el producto de una inteligencia rudimentaria e incompleta, sino el resultado de una inteligencia extraña en la plenitud de su fuerza, inteligencia protectora que supliría la insuficiencia de una inteligencia más joven, a la cual empujaría a realizar inconscientemente y para su bien lo que sería incapaz de efectuar por sí sola, o bien a una inteligencia madura, pero momentáneamente trabada en el uso de sus facultades, como ocurre en la infancia del hombre y en los casos de idiotez y afecciones mentales. Hay un proverbio que dice: Los niños, los locos y los borrachos poseen un dios aparte. Este refrán es mucho más cierto de lo que se pueda suponer. Ese dios del refrán es un espíritu protector que vela por aquellos seres imposibilitados de protegerse ellos mismos.

15. Siguiendo este orden de ideas, se puede llegar más lejos aún. Esta teoría, aunque lógica, no resuelve todos los interrogantes. Si fijamos nuestra atención en los efectos del instinto, se observará enseguida una unidad de puntos de vista y de conjunto, una seguridad en los resultados que desaparece desde el momento en que la inteligencia libre reemplaza al instinto. Reconocemos una profunda sabiduría en la adecuación tan perfecta y constante de las facultades instintivas a las necesidades de cada especie. Esta unidad de puntos de vista no existiría sin la unidad de pensamiento, y ésta, a su vez, es incompatible con la diversidad de aptitudes individuales. Sólo ella puede producir ese conjunto tan perfectamente armonioso que se produce desde el origen de los tiempos y en todas las latitudes, con una regularidad y una precisión matemática que no falla jamás. La uniformidad en el resultado de las facultades instintivas es un hecho característico que implica por fuerza la unidad de la causa. Si esa causa fuese inherente a cada individualidad habría tantos tipos de instinto como de seres, desde la planta hasta llegar al hombre. Un efecto general, uniforme y constante. Un efecto que denota sabiduría y previsión debe tener una causa sabia y previsora. Y una causa sabia y previsora que es necesariamente inteligente, no puede ser exclusivamente material. Como no encontramos ni en las criaturas encarnadas ni en las desencarnadas las cualidades necesarias para producir ese resultado, necesitamos subir más alto, hasta llegar al Creador . Si nos atenemos a la explicación dada sobre la forma en que podemos concebir la acción providencial (cap, II:24). Si nos imaginamos a todos los seres inmersos en el fluido divino, soberanamente inteligente, se comprenderá la sabiduría previsora y la unidad de puntos de vista que preside a todos los movimientos instintivos de cada individuo, conduciéndolo hacia el bien. Esa protección es más activa si el individuo posee menos recursos propios, y por eso es mayor y más absoluta en los animales y en los seres inferiores que en el hombre. De acuerdo con esta teoría, el instinto es un guía seguro. El instinto materno, el más noble de todos, al que el materialismo rebaja al nivel de una de las fuerzas de atracción de la materia, se eleva y ennoblece. En razón de sus consecuencias, era preciso que no se dejase librado a las caprichosas eventualidades de la inteligencia y del libre albedrío. Dios vela por sus criaturas recién nacidas mediante la protección materna.

16. Esta teoría no disminuye en nada el papel que cumplen los espíritus protectores, cuyo concurso es un hecho conocido y probado por la experiencia. Pero hay que hacer notar que la acción de éstos es de esencia individual y sufre modificaciones según las cualidades propias del protector y del protegido, característica que difiere con la uniformidad y la generalidad del instinto. Dios mismo, en su sabiduría, conduce a los ciegos, pero confía a inteligencias libres la conducción de quienes andan en penumbras para que cada cual sea responsable de sus actos. La misión de los espíritus protectores es un deber que éstos aceptan voluntariamente. Es para ellos un medio de progreso, según cumplan la tarea encomendada.

17. Todas estas maneras de considerar al instinto son hipóteticas y ninguna puede ser tomada como solución definitiva. El problema quedará resuelto el día que se reúnan los elementos de observación que aún faltan. Hasta ese momento nos debemos limitar a tamizar las diferentes opiniones ayudados por la razón y la lógica y esperar que se haga la luz. La solución que se acerque más a la verdad será la que se adecúe mejor a los atributos de Dios, es decir: a su soberana bondad y justicia (cap. II:19).

18. El instinto es el guía, y las pasiones el motor de las almas en el primer período de su desarrollo. Ambos se confunden a veces en sus efectos. Sin embargo, entre ambos principios hay diferencias esenciales que debemos considerar. El instinto es un conductor seguro, siempre bueno: puede llegar a ser inútil, pero nunca perjudicial. Se debilita con el desarrollo y predominio de la inteligencia. Las pasiones, en las primeras edades del alma, poseen un común denominador con el instinto: los seres son llevados por una fuerza inconsciente. Ellas nacen de las necesidades corporales y se apoyan más en el cuerpo que en el instinto. Lo que las distingue del instinto es su individualidad. No producen, como el instinto, efectos generales y uniformes. Por el contrario, varían de intensidad y naturaleza según los individuos. Son estimulantes útiles hasta el instante que despierta el sentido moral, por el cual el ser pasivo deviene un ser racional. En ese momento las pasiones se vuelven inútiles, además de perjudiciales, para el progreso del espíritu, porque retardan su desmaterialización. Se debilitan con el desarrollo de la razón.

19. Si un hombre actuase siempre llevado por su instinto, podría ser muy bueno, pero dejaría dormir su inteligencia. Sería como el niño que no abandonase su andador, motivo por el cual no aprendería a servirse de sus piernas. El hombre que no domina sus pasiones podrá ser muy inteligente, mas al mismo tiempo muy malo. El instinto se aniquila solo, las pasiones necesitan el esfuerzo de la voluntad.