EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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31. Si cuando uno de esos astros se aproxima a nuestro mundo para atravesar la órbita y volver a su apogeo, situado a una distancia inconmensurable del Sol, lo siguiésemos con el pensamiento, para visitar con él las comarcas siderales, atravesaríamos la prodigiosa extensión de materia etérea que separa al Sol de las estrellas más próximas y observaríamos los movimientos combinados de este astro que se creería perdido en el desierto del infinito, encontrando otra prueba más de la universalidad de las leyes de la Naturaleza, las cuales se ejercen a distancias que la imaginación más audaz es incapaz de concebir.


Allí la forma elíptica se convierte en parabólica y aminora la marcha, al punto de recorrer sólo algunos metros en el mismo tiempo que en su perigeo recorría muchos millares de kilómetros. Tal vez un sol más poderoso y más importante que el que acaba de dejar, dueño de una atracción mayor, lo acogerá como a uno de sus propios súbditos, y es entonces cuando las sorprendidas criaturas de vuestra pequeña Tierra esperarán en vano su regreso, el que había sido pronosticado valiéndose de observaciones incompletas. En ese caso, nosotros, que hemos seguido con el pensamiento al cometa errante en su viaje por regiones desconocidas, tal vez encontremos un mundo invisible a las miradas terrestres, inimaginable para los espíritus que habitan la Tierra, inconcebibles aún para sus pensamientos, puesto que será el escenario de maravillas inexploradas.


Hemos llegado al mundo estelar, a ese mundo deslumbrante de grandes soles que resplandecen en el espacio infinito y que son las brillantes flores que componen el jardín magnífico de la Creación. Sólo cuando hayamos llegado a ese sitio sabremos el lugar que ocupa la Tierra.