EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

Volver al menú
El marqués de Saint-Paul

Muerto en 1860, evocado a petición de su hermana, miembro de la sociedad de París, el16 de mayo de 1861


1. Evocación. R. Heme aquí.


2. Vuestra señora hermana nos ha pedido que os evoquemos, pues aunque es médium, no está todavía lo bastante formada para estar segura de sí misma. R. Trataré de responder lo mejor que pueda.


3. Desea saber, en primer lugar, si sois dichoso. R. Estoy errante, y este estado transitorio no trae jamás ni la felicidad ni el castigo absoluto.


4. ¿,Habéis estado mucho tiempo sin reconoceros? R. He permanecido bastante tiempo en turbación. Y no he salido de ésta sino para bendecir la piedad de los que no me olvidaban y rogaban por mí. P. ¿Podéis apreciar la duración de esa turbación? R. No.


5. ¿Cuáles son los parientes que habéis reconocido primero? R. He reconocido a mis padres, quienes me han recibido al despertar, y me han iniciado en la nueva vida.


6. ¿De qué proviene que al fin de vuestra enfermedad parecía que conversabais con los que habéis amado en la Tierra? R. Porque tuve, antes de morir, la revelación del mundo que, iba a habitar. Era vidente antes de morir y mis ojos se han velado en el pasaje de la separación definitiva del cuerpo, porque los lazos carnales eran todavía muy vigorosos.


7. ¿En qué consiste que vuestros recuerdos de la infancia os venían, al parecer, con preferencia? R. Porque el principio y el fin de la vida están más en contacto que el medio. P. ¿Cómo entendéis esto? R. Que los moribundos se acuerdan y ven, como un espejismo de consuelo, sus primeros y más puros años. Probablemente por un motivo providencial semejante, los ancianos, a medida que se acercan al término de la vida, tienen algunas veces un recuerdo preciso de los menores detalles de sus primeros años.


8. ¿Por qué, hablando de vuestro cuerpo, hablabais siempre en tercera persona? R. Porque era vidente, como os he dicho, y conocía claramente las diferencias que existen entre lo físico y lo moral. Estas diferencias, ligadas entre sí por el fluido de vida, son muy marcadas a los ojos de los moribundos videntes lúcidos.


Es una particularidad singular que ha presentado la muerte de este caballero. En sus últimos momento decía siempre: “Tiene sed, es preciso darle de beber, tiene frío, es preciso calentarle, sufre en tal paraje, etc.” Y cuando se le decía: “Pero sois vos quien tiene sed”, respondía: “No, es él.”


Aquí se dibujan perfectamente las dos existencias. El yo pensante está en el espíritu y no en el cuerpo, el espíritu, en parte separado ya, considera su cuerpo como otra individualidad que no era él propiamente hablando. Era, pues, a su cuerpo a quien debía darse de beber y no a su espíritu. Este fenómeno se observa también entre ciertos sonámbulos.


9. Lo que habéis dicho acerca de vuestro estado errante, y del tiempo que ha durado vuestra turbación, da a entender que no sois dichoso, y sin embargo, vuestras cualidades deberían hacer suponer lo contrario. Hay, por otra parte, espíritus errantes que son dichosos, como los hay desgraciados. R. Estoy en un estado transitorio. Las virtudes humanas adquieren aquí su verdadero precio. Sin duda mi estado es mil veces preferible al de la encarnación terrestre, pero he llevado siempre en mí las aspiraciones del verdadero bien y de lo verdaderamente bello. Mi alma sólo quedará saciada cuando vuele a los pies de su Creador.