Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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El Magnetismo ante la Academia

El Magnetismo, que había sido puesto en la puerta de la calle, ahora ha entrado por la ventana, gracias a un disfraz y a otro nombre; en vez de decir: Soy el Magnetismo –lo que probablemente no le hubiera dado una recepción favorable–, dijo: Yo me llamo Hipnotismo (del griego upnos, sueño). Gracias a esta contraseña consiguió entrar después de 20 años de paciencia; pero no perdió por esperar, pues supo ingresar de la mano de uno de los personajes más ilustres. Se abstuvo de presentarse con su cortejo de pases, de sonambulismo, de visión a distancia, de éxtasis, que lo habrían puesto al descubierto; dijo simplemente: Sois buenos y humanos; vuestro corazón sangra al ver sufrir a vuestros enfermos; buscáis un medio de aplacar el dolor del paciente que es cortado por vuestro escalpelo, pero lo que empleáis es a veces muy peligroso. Yo os traigo un medio más sencillo y que, en todo caso, no tiene inconvenientes. Al hablar en nombre de la humanidad, estaba muy seguro de ser escuchado; y agregó, con astucia: Soy de la familia, ya que debo mi vida a uno de los vuestros. Él piensa –no sin alguna razón– que este origen no puede perjudicarlo.

Si viviéramos en el tiempo de la brillante y poética Grecia, nosotros diríamos: El Magnetismo, hijo de la Naturaleza y de un simple mortal, fue proscripto del Olimpo porque atentó contra los intereses de Esculapio al ser su rival, jactándose de poder curar sin su concurso. Por mucho tiempo recorrió la Tierra, donde enseñó a los hombres el arte de curar a través de nuevos medios; develó al vulgo una multitud de maravillas que, hasta entonces, habían sido misteriosamente escondidas en los templos; pero aquellos cuyos secretos había revelado y cuyos embustes había desenmascarado, lo persiguieron a pedradas, de tal manera que fue, al mismo tiempo, desterrado por los dioses y maltratado por los hombres. No por eso dejó de esparcir sus beneficios, aliviando a la Humanidad, cierto de que un día su inocencia sería reconocida y que le harían justicia. Tuvo un hijo, cuyo nacimiento escondió cuidadosamente, con miedo de atraerle persecuciones, y lo llamó Hipnotismo. Por mucho tiempo este hijo compartió su destierro, y durante ese tiempo se instruía. Cuando creyó que estaba lo suficientemente instruido, le dijo: Ve a presentarte al Olimpo; principalmente abstente de decir que eres mi hijo; tu nombre y un disfraz han de facilitar tu acceso; Esculapio cuidará de tu ingreso. –¡Cómo, padre mío! ¡Esculapio, vuestro más encarnizado enemigo! ¡Aquel que os ha proscripto! –Él mismo ha de tenderte la mano. –Pero si me reconoce, me expulsará. –¡Pues bien! Si él te expulsa, volverás a mi lado y continuaremos nuestra obra de beneficencia entre los hombres, esperando tiempos mejores. Pero tranquilízate, tengo mucha esperanza. Esculapio no es malo; ante todo quiere el progreso de la Ciencia; de lo contrario no sería digno de ser el dios de la Medicina. Además, tal vez yo haya cometido algunos errores con referencia a él; al verlo denigrar, me ofendí, me exalté y lo ataqué sin consideración; lo cubrí de injurias, lo ridiculicé, lo traté con desprecio y lo llamé de ignorante; ahora bien, este es un medio equivocado de tratar a los hombres y a los dioses, y su amor propio herido se irritó un instante contra mí. No hagas como yo, hijo mío; sé más prudente y, sobre todo, más cortés; si los otros no son así contigo, el error será de ellos y la razón estará de tu lado. Ve, hijo mío, y recuerda que no conseguirás nada tratándolos mal.

Así habló el padre. El Hipnotismo partió tímidamente hacia el Olimpo; su corazón latía fuertemente cuando se presentó ante la puerta sagrada; pero, ¡oh, sorpresa! El propio Esculapio le tendió la mano y lo hizo ingresar.

Por lo tanto, he aquí el Magnetismo en su lugar. ¿Qué va a hacer? ¡Oh! No creáis en la victoria definitiva; aún estamos en las preliminares de la paz. Es una primera barrera derribada, he aquí todo; este es un paso importante, sin duda, pero no penséis que sus enemigos van a confesarse vencidos; el propio Esculapio, el gran Esculapio, que lo reconoció porque tiene un aire de familia, abrazó tan abiertamente su defensa, porque ellos serían capaces de enviarlo al manicomio. Van a decir que es... algo..., pero que seguramente no es Magnetismo. Supongamos que sea así: no es un juego de palabras; será todo lo que ellos quieran. Pero, a la espera de esto, es un hecho que tendrá consecuencias; ahora bien, he aquí las consecuencias. Inicialmente se van a ocupar apenas desde el punto de vista anestésico (del griego aisthésis, sensibilidad, con el prefijo a, privativo: privación general o parcial de la facultad de sentir), y esto debido al predominio de las ideas materialistas, porque aún hay mucha gente que –sin duda por modestia– se obstina en reducirse al papel de varilla de asador que, cuando no funciona más, ¡es arrojada al hierro viejo sin dejar vestigios! Así, van a experimentar ese hecho de todas las maneras, aunque sólo fuese por mera curiosidad; van a estudiar la acción de diferentes sustancias para producir el fenómeno de la catalepsia; después, un bello día, reconocerán que basta poner el dedo. Pero esto no es todo: al observar el fenómeno de la catalepsia, el mismo presenta espontáneamente otros; ya se ha notado la libertad del pensamiento durante la suspensión de las facultades orgánicas; por lo tanto, el pensamiento es independiente de los órganos; hay entonces en el hombre algo más que la materia. Se verá la manifestación de facultades extrañas: la vista adquiere una amplitud insólita al transponer los límites de los sentidos; todas las percepciones se modifican; en una palabra, es un vasto campo para la observación, y no faltarán observadores. El santuario está abierto: esperemos que de él se derrame luz, a menos que el aréopago celestial no dé el honor a otros sino a sí mismo.

Ciertamente nuestros lectores han de apreciar el notable artículo que el Sr. Víctor Meunier, redactor de L’Ami des Sciences, ha publicado sobre este interesante tema, en la Revista Científica semanal de Le Siècle del 16 de diciembre de 1859:

“El magnetismo animal, llevado a la Academia de Ciencias por el Sr. Broca, quien ha sido presentado a la ilustre Academia por el Sr. Velpeau, experimentado por los Sres. Follin, Verneuil, Faure, Trousseau, Denonvilliers, Nélaton, Azam, Ch. Robin, etc., todos cirujanos de los hospitales, es la gran noticia del día.

“Los descubrimientos, como los libros, tienen su destino. El que vamos a tratar no es nuevo. Data casi de una veintena de años, y ni en Inglaterra –donde nació– ni en Francia –donde actualmente no se habla de otra cosa–, le faltó publicidad. Un médico escocés, el Dr. Braid, hizo el descubrimiento y le consagró un libro (Neurypnology or the rationale of nervous sleep, considered in relation with animal magnetism). Un célebre médico inglés, el Dr. Carpenter, analizó detenidamente el descubrimiento del Sr. Braid en el artículo sleep (sueño) de la Enciclopedia de Anatomía y de Fisiología, de Tood (Cyclopedia of anatomy and physiology). Un ilustre sabio francés, el Sr. Littré, reprodujo el análisis del Dr. Carpenter en la segunda edición del Manuel de physiologie (Manual de Fisiología), de J. Mueller. En fin, nosotros mismos hemos dedicado uno de nuestros folletines de La Presse (La Prensa, del 7 de julio de 1852) al Hipnotismo (nombre dado por el Dr. Braid al conjunto de hechos tratados). La más reciente de las publicaciones relacionadas con este asunto data, pues, de siete años, y he aquí que cuando lo consideraban olvidado, él adquiere esta inmensa repercusión.

“Hay en el Hipnotismo dos cosas: un conjunto de fenómenos nerviosos, y el procedimiento por medio del cual son producidos.

“Ese procedimiento, empleado antiguamente –si no me equivoco– por el abate Faria, es de una gran simplicidad.

“Consiste en mantener un objeto brillante delante de los ojos de la persona con la cual se realiza la experiencia, a una pequeña distancia de la base de la nariz, de manera que sólo pueda mirarlo al ponerse bizca; ella debe fijar los ojos en dicho objeto. Al principio sus pupilas se contraen, después se dilatan bastante y, en pocos instantes, el estado cataléptico se produce. Al levantar los miembros del paciente, los mismos conservan la posición que se les da. Este no es más que uno de los fenómenos producidos; más tarde hablaremos de los otros.

“El Sr. Azam, profesor auxiliar en Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de Burdeos, al haber repetido con éxito las experiencias del Dr. Braid, mantuvo conversaciones con el Dr. Paul Broca, que piensa que las personas hipnotizadas quizás sean insensibles al dolor de las operaciones quirúrgicas. La carta que éste acaba de dirigir a la Academia de Ciencias es el resumen de sus experiencias al respecto.

“Ante todo, él debía cerciorarse de la realidad del Hipnotismo: y lo consiguió sin dificultad.

“Al hacer una visita a una señora de cuarenta años, la cual tenía un poco de histeria, y que estaba en cama debido a una ligera indisposición, el Dr. Broca fingía examinar los ojos de la paciente y le pedía que fijase detenidamente la mirada en un pequeño frasco dorado que él sostenía a más o menos 15 centímetros de distancia de la base de la nariz de esa dama. Al cabo de tres minutos, sus ojos se pusieron un poco rojos, sus rasgos permanecieron inmóviles y sus respuestas eran lentas y difíciles, pero perfectamente razonables. El Dr. Broca levantó el brazo de la paciente y el mismo se mantuvo en la posición en que fue dejado; colocó los dedos en las posiciones más extremas y ellos permanecieron así; pellizcó la piel en varios lugares con cierta fuerza, mas la paciente no parecía sentir nada. ¡Catalepsia, insensibilidad! El Dr. Broca no llevó más lejos la experiencia: ésta ya le había enseñado lo que quería saber. Una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío en la frente devolvieron el paciente a su estado normal. No tenía recuerdo alguno de lo que había acabado de suceder.

“Quedaba por saber si la insensibilidad hipnótica resistiría a la prueba de las operaciones quirúrgicas.

“Entre los pacientes del hospital Necker, en el turno del Dr. Follin, se encontraba una pobre mujer de 24 años que tenía una vasta quemadura en la espalda y en los dos miembros derechos, y que era acometida por un enorme absceso extremamente doloroso. Los menores movimientos eran un suplicio para ella; agotada por el sufrimiento y, además, con mucho miedo, esta desafortunada señora no pensaba sino con terror en la operación que se hacía necesaria. Ha sido en ella que –de acuerdo con el Sr. Follin– el Dr. Broca resolvió por completar la prueba del Hipnotismo.

“La colocaron en una cama, frente a una ventana, avisándole que la iban a hacer dormir. Al cabo de dos minutos sus pupilas se dilataron; su brazo izquierdo fue levantado casi verticalmente por encima de la cama, permaneciendo inmóvil. En el minuto número cuatro, sus respuestas eran lentas y casi penosas, pero perfectamente sensatas. Minuto número cinco: el Dr. Follin le pinchó la piel del brazo izquierdo y la paciente no se movió; procedió a un nuevo pinchazo más profundo, que la hizo sangrar, pero ella continuó impasible. Su brazo derecho fue erguido, quedando en esa posición. Entonces las cubiertas fueron levantadas y los miembros inferiores separados para mostrar la sede del absceso. La paciente no opuso resistencia y dijo con tranquilidad que sin duda iba a sentir dolor. Al ser abierto el absceso, ella dio un débil grito, que fue su única señal de reacción y que duró menos de un segundo. No tuvo el más mínimo estremecimiento en los músculos de la cara o de los miembros, ni sobresalto alguno en ambos brazos, siempre levantados verticalmente por encima de la cama. Los ojos, un poco congestionados, permanecían completamente abiertos; el rostro tenía la inmovilidad de una máscara...

“El talón izquierdo se mantenía suspendido. Sacaron un cuerpo brillante (una luneta); la catalepsia persistía. Por tercera vez le pincharon el brazo izquierdo, la sangre goteó y la operada no sintió nada. Durante 13 minutos ese brazo conservó la posición que le fue dada.

“En fin, una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío despertaron casi súbitamente a la joven señora; al relajarse, los brazos y la pierna izquierda cayeron de repente en la cama. Ella frotó sus ojos, volvió a la conciencia, no se acordó de nada y se sorprendió al saber que la habían operado. La experiencia duró de 18 a 20 minutos; el período de anestesia, de 12 a 15 min.

“En resumen, tales son los hechos esenciales comunicados por el Dr. Broca a la Academia de Ciencias. Esos hechos ya no son más aislados. Un gran número de cirujanos de nuestros hospitales ha tenido el honor de repetirlos, y lo ha hecho con éxito. El objetivo del Sr. Broca y de sus honorables colegas era y debería ser quirúrgico. Esperemos que el Hipnotismo tenga, como medio de provocar la insensibilidad, todas las ventajas de los agentes anestésicos, sin tener de los mismos sus inconvenientes; pero la Medicina no es de nuestro dominio y, para no salir de sus atribuciones, nuestra Revista sólo debe considerar el hecho bajo el aspecto fisiológico.

“Después de haber reconocido la veracidad del Dr. Braid sobre el punto esencial, indudablemente se tendrá que verificar todo lo que atañe a este singular estado, al cual él da el nombre de Hipnotismo. Los fenómenos que él le atribuye pueden ser clasificados de la siguiente manera:

Exaltación de la sensibilidad – El olfato es llevado a un grado de agudeza que por lo menos se iguala al que es observado en los animales que tienen mejor sentido olfativo. La audición también se vuelve muy aguzada. El tacto adquiere una delicadeza increíble, sobre todo con relación a la temperatura.

Sentimientos sugeridos – Colocad el rostro, el cuerpo o los miembros del paciente en una actitud que convenga a la expresión de un sentimiento particular, y luego es despertado el estado mental correspondiente. Así, al ser puesta la mano del hipnotizado en la parte superior de su cabeza, él se yergue espontáneamente en toda su superioridad e inclina el cuerpo hacia atrás, tomando la postura de alguien que denota el más vivo orgullo. Si en ese momento se le curva la cabeza hacia delante, doblando ligeramente el cuerpo y los miembros, el orgullo deja lugar a la más profunda humildad. Al separar suavemente los labios, dando a la boca el aspecto de la risa, luego se produce una disposición alegre; el mal humor toma inmediatamente su lugar cuando se hacen converger las cejas hacia abajo.

Ideas provocadas – Levantad la mano del paciente por encima de su cabeza y doblad sus dedos sobre la palma, y es suscitada la idea de subir, de balancear o de estirar una cuerda. Al contrario, si se doblan los dedos dejando el brazo inclinado, la idea que surge es la de levantar un peso. Si los dedos están flexionados y el brazo es llevado hacia delante como para dar un golpe, surge la idea de boxear. (La escena transcurre en Londres.)

Aumento de la fuerza muscular – Si se desea suscitar una fuerza extraordinaria en un conjunto de músculos, basta sugerir al paciente la idea de la acción que requiera esta fuerza y asegurarle que puede lograrlo con la mayor facilidad, si lo quiere. "Nosotros hemos visto a uno de los pacientes hipnotizados por el Dr. Braid –dice el Dr. Carpenter–, paciente caracterizado por la pobreza de su desarrollo muscular, levantar, con la única ayuda de su dedo meñique, un peso de catorce kilos y hacerlo girar alrededor de su cabeza, con la sola garantía de que ese peso era tan leve como una pluma".”

Por hoy nos limitamos a la indicación de este artículo ya publicado; los hechos tienen la palabra; las reflexiones vendrán más tarde.