Preguntas de un espírita de Sétif al Sr. Oscar Comettant La siguiente carta nos ha sido enviada por uno de nuestros suscriptores de Sétif (Argelia), donde hay numerosos adeptos que
reciben notables comunicaciones, de las cuales ya hemos informado a nuestros lectores.
Señor:
El Sr. Dumas ya os ha hablado de un fenómeno extraordinario que se ha producido hace algún tiempo en la persona de mi hijo de dieciséis años, médium de un género singular: cada vez que se hace una evocación por su intermedio, él adormece sin ser magnetizado, y en ese estado responde a todas las preguntas que, a través de él, son dirigidas al Espíritu. Al despertar, no conserva recuerdo alguno. Inclusive responde en latín, en inglés, en alemán, idiomas de los que no tiene ningún conocimiento. Es un hecho que muchas personas han podido constatar y que yo garantizo por lo que hay de más sagrado, incluso al Sr. Oscar Comettant. Tengo en manos un folletín de la autoría de este último, del 27 de octubre de 1859, donde él escribió: “¿Pero entonces en qué creéis?, me preguntará quizá el Sr. Allan Kardec”. Sr. Comettant, yo no os preguntaré si creéis en alguna cosa, primero porque esto poco me importa, y después porque hay hombres que no creen en nada. El Sr. Oscar Comettant se apoya en la autoridad de Voltaire, que no creía en lo que su razón no podía comprender; está equivocado, porque a pesar del inmenso conocimiento que Dios le había dado a Voltaire, hay miles de cosas que hoy son conocidas y que su razón nunca sospechó. Ahora bien, al negar un hecho cuya realidad no se quiere constatar, pregunto, en conciencia, de qué lado está el absurdo.
Me dirijo directamente al Sr. Comettant y le digo: Admitamos que no sean los Espíritus que nos hablan; pero entonces dadnos una explicación lógica del hecho que he citado; si vos lo negáis
a priori, yo os llamo al tribunal de la razón que invocáis; si me sorprendéis en una flagrante mentira, consiento en retractarme públicamente o en pasar por un loco; en caso contrario, estoy totalmente preparado para entrar en lucha con vos en el terreno de los hechos. Pero antes de entablar la discusión, os preguntaré:
1º) ¿Creéis en el sonambulismo natural y habéis visto a individuos en ese estado?
2º) ¿Habéis visto escribir a sonámbulos?
3º) ¿Habéis visto a sonámbulos respondiendo a preguntas mentales?
4º) ¿Habéis visto a sonámbulos que responden en idiomas que le son desconocidos?
Preciso de un
sí o de un
no, pura y simplemente, a todas estas preguntas. Si respondéis que
sí, pasaremos a otra cosa; si respondéis que
no, me encargo de haceros ver eso, y entonces consentiréis en explicarme la cuestión a vuestra manera.
Atentamente,
COURTOIS.
Haremos las siguientes reflexiones sobre la carta anterior. Es probable que el Sr. Comettant no responda al Sr. Courtois, así como no lo ha hecho a otras personas que le han escrito sobre el mismo tema. Si aquél entablase una polémica, sería sin duda en el terreno del sarcasmo, terreno sobre el cual siempre se dice la última palabra, y en el que ningún hombre serio gustaría seguirlo. Por lo tanto, que el Sr. Courtois lo deje en la momentánea quietud de su incredulidad, ya que ésta le basta y porque él se contenta con ser materia; puesto que sólo tiene bromas para oponer, es porque no tiene nada mejor para decir; ahora bien, como las bromas no son razones, él se ha confesado vencido a los ojos de las personas sensatas.
El Sr. Courtois se equivoca en tomarse a pecho las negaciones de los incrédulos. Los materialistas ni siquiera creen que tienen un alma, y se reducen al modesto papel de máquinas; ¿cómo pueden ellos admitir que existen Espíritus fuera de ellos, cuando no creen que en sí mismos son Espíritus? Por lo tanto, hablarles de los Espíritus y de sus manifestaciones es comenzar por donde se debería terminar; al no admitir la causa primaria, no pueden admitir sus consecuencias. Por cierto dirán que si tienen raciocinio, ellos deben ceder ante la evidencia; es verdad; pero es precisamente este raciocinio que les falta. Además, se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por lo tanto, dejémoslos tranquilos, porque sus negaciones no impedirán que se propague la verdad, así como no pueden impedir que fluya el agua.