Espiritismo y Espiritualismo
En un discurso pronunciado recientemente en el Senado por Su Eminencia el cardenal Donnet, observamos la siguiente frase: «Pero hoy, como en otros tiempos, es verdadero decir –con un elocuente publicista– que, en el género humano, el Espiritualismo es representado por el Cristianismo.»
Sin duda sería un extraño error si se pensara que el ilustre prelado, en esta circunstancia, haya entendido el Espiritualismo en el sentido de la manifestación de los Espíritus. Esta palabra es aquí empleada en su verdadera acepción, y el orador no podía expresarse de otra manera, a menos que se sirviera de una circunlocución, porque no existe otro término para expresar el mismo pensamiento. Si no hubiésemos indicado la fuente de nuestra cita, ciertamente se podría pensar que hubiera salido textualmente de la boca de un espiritualista americano, a propósito de la Doctrina de los Espíritus, igualmente representada por el Cristianismo, que es su más sublime expresión. De acuerdo con esto, ¿sería posible que un futuro erudito, interpretando a voluntad las palabras del monseñor Donnet, intentase demostrar a la posteridad que en el año 1860 un cardenal profesó públicamente, ante el Senado de Francia, la manifestación de los Espíritus? En este hecho, ¿no vemos una nueva prueba de la necesidad de tener una palabra para cada cosa, a fin de entendernos? ¡Cuántas disputas filosóficas interminables no tuvieron lugar por causa del sentido múltiple de las palabras! El inconveniente es aún más grave en las traducciones, y el texto bíblico nos ofrece de esto más de un ejemplo. Si en la lengua hebrea, la misma palabra no significase día y período, no habría habido equívoco sobre el sentido del Génesis, a propósito de la duración de la formación de la Tierra, y el anatema no habría sido proferido contra la Ciencia, por falta de entendimiento, cuando ella demostró que esta formación no podría haber sido realizada en seis multiplicado por 24 horas.