IV
Nota – La siguiente comunicación no es del mismo Espíritu; es de un Espíritu superior, nuestro Guía espiritual, en respuesta al pedido que le hemos hecho para que tenga a bien darnos su opinión sobre los dictados precedentes.
Este cuadro es muy verdadero y nada tiene de exagerado. Quizá haya quien se pregunte qué ha hecho esta mujer para ser tan miserable. ¿Ha cometido algún crimen horrible? ¿Ha robado, ha asesinado? No; ella no ha hecho nada que quebrantase la justicia de los hombres. Por el contrario, se divertía con aquello que llamáis la felicidad terrena; la belleza, la fortuna, los placeres, las adulaciones, todo le sonreía, nada le faltaba, y decían al verla: ¡Qué mujer feliz!, envidiando su ventura. Entonces, ¿qué ha hecho ella? Ha sido egoísta; lo tenía todo, menos un buen corazón. Si no ha violado la ley de los hombres, ha violado la ley de Dios, porque ha menospreciado la caridad, la primera de todas las virtudes. No amó a nadie sino a sí misma: ahora nadie la ama; no ha dado nada, por eso no recibe nada. Está aislada, desamparada, abandonada, perdida en el espacio donde nadie piensa en ella ni se ocupa de la misma: éste es su suplicio. Como solamente ha buscado los goces mundanos, que hoy no existen más, el vacío se ha formado a su alrededor; sólo percibe la nada, y la nada le parece una eternidad. No sufre tormentos físicos; los demonios no vienen a atormentarla, pues esto no es necesario: ella se atormenta a sí misma, y sufre mucho más, porque esos demonios serían seres que pensarían en ella. El egoísmo ha sido su satisfacción en la Tierra, y el propio egoísmo hoy la persigue: éste es el gusano que corroe su corazón; ése es su verdadero demonio.
¡Ah, si los hombres supiesen cuánto cuesta ser egoísta! Entretanto, Dios os lo muestra todos los días, porque al enviar a tantos Espíritus egoístas a la Tierra es para que, desde esta vida, ellos se castiguen los unos a los otros y comprendan mejor, por contraste, que la caridad es el único antídoto de esa lepra de la Humanidad.