Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Alegoría de Lázaro
(Médium: Sr. Alfred Didier)

El Cristo amaba a un hombre llamado Lázaro; cuando se enteró de su muerte, su dolor fue grande y Él se hizo llevar hasta su tumba. La hermana de Lázaro suplicaba al Señor, diciendo: «¿Es posible que le devolváis la vida a mi hermano? ¡Oh, Vos que lo amabas tanto, devolvedle la vida!

Mundo del siglo XIX: tú también estás muerto; la fe, que es la vida de los pueblos, se extingue día a día. En vano algunos creyentes han querido despertarte de tu agonía: es demasiado tarde; Lázaro está muerto; sólo Dios puede salvarlo.

Entonces el Cristo se hizo llevar hasta la tumba de Lázaro; levantaron la piedra del sepulcro; el cadáver, envuelto con vendas, denotaba todo el horror de la muerte. El Cristo lanzó una mirada al cielo, tomó la mano de la hermana y, alzando la otra mano hacia lo alto, exclamó: «Lázaro, levántate!». A pesar de las vendas y de la mortaja, Lázaro despertó y se levantó.

¡Oh, mundo! Tú te asemejas a Lázaro: nada puede devolverte la vida. Tu materialismo, tus torpezas, tu escepticismo son otras tantas vendas que envuelven tu cadáver, y hueles mal, porque estás muerto desde hace mucho tiempo. ¿Quién te gritará como a Lázaro: En el nombre de Dios, levántate? Es el Cristo, que atiende al llamado del Espíritu Santo. ¡Siglo, la voz de Dios se ha hecho escuchar! ¿Estás más putrefacto que Lázaro?

LAMENNAIS