El Espíritu y el perrito
(Sociedad, 4 de mayo de 1860; médium: Sr. Didier)
El Sr. G. G..., de Marsella, nos transmite el siguiente hecho:
«El joven X... murió hace ocho meses, y su familia, en la que hay tres hermanas médiums, lo evoca casi diariamente con la ayuda de una cestita. Cada vez que el Espíritu es llamado, un perrito, del cual el joven gustaba mucho, salta sobre la mesa y viene a olfatear la cestita, dando pequeños gruñidos. La primera vez que esto sucedió, la cestita escribió: “¡Este es mi bravo perrito que me reconoce!”
«No he visto el hecho, pero las personas que me lo han relatado, y que muchas veces lo han atestiguado, son muy buenos espíritas y demasiado serios como para que yo pueda poner en duda su veracidad. Me pregunto si el periespíritu conservaría partículas materiales suficientes para causar alguna sensación en el olfato del perro, o si el perro sería dotado de la facultad de ver a los Espíritus; es un problema que me parecería útil profundizar, si es que ya no fue resuelto.»
1. Evocación del joven X..., muerto hace ocho meses, y del cual acabamos de hablar. –
Resp. Estoy aquí.
2. ¿Confirmáis el hecho concerniente a vuestro perro, que viene a olfatear la cestita que sirve a vuestras evocaciones, y que parece reconoceros? –
Resp. Sí.
3. ¿Podríais decirnos cuál es la causa que atrae al perro hacia la cestita? –
Resp. La extrema agudeza de los sentidos puede hacer adivinar la presencia del Espíritu, e incluso verlo.
4. ¿Os ve el perro, os siente? –
Resp. El olfato, sobre todo, y el fluido magnético.
CHARLET
Nota – Charlet, el artista pintor, dio a la
Sociedad una serie de dictados muy notables sobre los animales, y que publicaremos próximamente; por cierto fue por este motivo que él intervino espontáneamente en la presente evocación.
5. Puesto que Charlet ha querido intervenir en la cuestión planteada, nosotros le pedimos que dé algunas explicaciones al respecto. –
Resp. De buen grado. El hecho es perfectamente verosímil y, por consiguiente, natural. Yo hablo en general, porque no conozco el caso que tratáis. El perro está dotado de un organismo totalmente particular; él comprende al hombre: he aquí todo. Lo siente, lo sigue en todas sus acciones con la curiosidad de un niño; lo ama y llega incluso al punto de dedicarse a él, como lo confirman bastantes ejemplos. El perro debe ser –notad que no tengo certeza de esto– uno de esos animales que ha venido de un mundo ya adelantado, para sostener al hombre en su sufrimiento, para servirlo, protegerlo. Acabo de hablar de las cualidades morales que, positivamente, el perro posee en sí mismo. En cuanto a sus facultades sensitivas, son extremamente aguzadas; todos los cazadores conocen la sutileza del olfato del perro; además de esta cualidad, el perro comprende casi todas las acciones del hombre; comprende la importancia de su muerte. ¿Por qué no habría de adivinar la presencia de su alma, e inclusive, por qué no la vería?
CHARLET
Al día siguiente, la Sra. Lesc..., médium y miembro de la
Sociedad, obtuvo en particular la siguiente explicación sobre el mismo asunto:
«El hecho citado en la
Sociedad es verdadero, aunque el periespíritu, despojado del cuerpo, no tenga ninguna de sus emanaciones. El perro olfateaba la presencia de su dueño; cuando digo
olfateaba, me refiero a que sus órganos percibían sin que sus ojos viesen y sin que su hocico sintiera; pero todo su ser advertía la presencia del dueño, y esta advertencia le era dada principalmente por la voluntad que se desprendía de las personas que evocaban al Espíritu. La voluntad humana advierte e impresiona al instinto de los animales, sobre todo el de los perros, antes que alguna señal exterior lo haya revelado. Por sus fibras nerviosas, el perro es puesto en contacto directo con nosotros –los Espíritus–, casi tanto como con los hombres; él percibe las apariciones; advierte la diferencia que existe entre ellas y las cosas reales o terrestres, y tiene un gran pavor. El perro da aullidos a la Luna, según la expresión vulgar; también da aullidos cuando siente que sobreviene la muerte. En ambos casos, y aun en muchos otros, el perro es intuitivo. He de agregar que su órgano visual es menos desarrollado que su órgano perceptivo: ve menos de lo que siente; el fluido eléctrico lo penetra casi habitualmente. Por lo tanto, el hecho que me ha servido como punto de partida no tiene nada de sorprendente, porque en el momento del desprendimiento de la voluntad que llamaba a su dueño, el perro sentía su presencia casi tan rápidamente como el propio Espíritu que escuchaba y respondía al llamado que le era efectuado.»
GEORGES (Espíritu familiar)