Médiums especiales
La experiencia prueba a cada día cuán numerosas son las variedades de la facultad medianímica; pero también nos prueba que los diversos matices de esta facultad se deben a aptitudes especiales aún no definidas, haciendo abstracción de las cualidades y de los conocimientos del Espíritu que se manifiesta.
La naturaleza de las comunicaciones está siempre relacionada con la naturaleza del Espíritu y tiene el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero aunque sea del mismo grado, desde el punto de vista jerárquico, hay indiscutiblemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra. Los Espíritus golpeadores, por ejemplo, casi no se alejan de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes, hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, científicos, médicos, etc. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano, porque cuando llegan a un cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu se encuentra la aptitud del médium, que es para él un instrumento más o menos adecuado, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que no podemos apreciar.
Hagamos una comparación: Un músico muy virtuoso tiene a su disposición varios violines que, para el vulgo, son todos buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace una gran diferencia; encuentra en ellos matices de una extrema delicadeza que le hará escoger unos y rechazar otros, matices que capta por intuición, pues no puede definirlos. Sucede lo mismo con respecto a los médiums: aunque estén en igualdad de condiciones en cuanto a la fuerza medianímica, el Espíritu dará preferencia a uno o a otro, según el género de comunicación que quiera realizar. Así, por ejemplo, vemos a personas que como médiums escriben poesías admirables, aunque en condiciones ordinarias no hayan podido ni sabido jamás hacer dos versos; otras, al contrario, que son poetas, pero como médiums nunca han podido escribir más que prosa, a pesar de su deseo de hacer poesías. Lo mismo ocurre con el dibujo, la música, etc. Hay médiums que, sin tener conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones científicas; otros son aptos para los estudios históricos; otros sirven de intérpretes con mayor facilidad a los Espíritus moralistas. En una palabra, sea cual fuere la flexibilidad del médium, las comunicaciones que recibe más fácilmente tienen por lo general un sello especial; existen también los que no salen de un cierto círculo de ideas, y cuando se apartan del mismo solamente obtienen comunicaciones incompletas, lacónicas y frecuentemente falsas. Dejando a un lado la cuestión de las aptitudes, los Espíritus también se comunican más o menos preferentemente con tal o cual intermediario, según sus simpatías; así, en igualdad de condiciones, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque éstos le resultan más adecuados.
Por lo tanto, sería erróneo pensar que se podrán obtener buenas comunicaciones de todos los géneros por el solo hecho de disponer de un buen médium, aunque él tuviese la mayor facilidad en escribir. Indiscutiblemente, la primera condición para tener buenas comunicaciones es asegurarse de qué origen emanan las mismas, es decir, cuáles son las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no menos necesario es tomar en consideración las cualidades del instrumento ofrecido al Espíritu; por lo tanto, es preciso estudiar la naturaleza del médium como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque éstos son los dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercer elemento que desempeña un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos loable de aquel que interroga. Y esto se concibe: Para que una comunicación sea buena, es necesario que emane de un Espíritu bueno; para que este Espíritu bueno PUEDA transmitirla, necesita un buen instrumento; para que QUIERA transmitirla, es necesario que el objetivo le convenga. El Espíritu, que lee el pensamiento, juzga si la pregunta que se le ha propuesto merece una respuesta seria y si la persona que la ha hecho es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en terreno pedregoso, y es entonces que los Espíritus ligeros y burlones se aprovechan, porque al importarse poco con la verdad, éstos la tienen sin cuidado y son generalmente bastante inescrupulosos en cuanto al objetivo y a los medios utilizados.
De acuerdo con lo que acabamos de decir, se comprende que deben haber Espíritus más especialmente ocupados –por gusto o por razón– con el alivio de la Humanidad sufrida; que, paralelamente, deben haber médiums más aptos que otros para servirles de intermediarios. Ahora bien, como esos Espíritus obran exclusivamente para el bien, deben buscar en sus intérpretes, además de la aptitud que podría llamarse fisiológica, ciertas cualidades morales entre las cuales figuran en primera línea la devoción y el desinterés. La codicia siempre ha sido y siempre será un motivo de repulsión para los Espíritus buenos y una causa de atracción para los otros. En efecto, ¿puede el buen sentido aceptar que los Espíritus superiores se presten a todas las combinaciones de interés material y que estén a las órdenes del primero que llegue pretendiendo explotarlos? Los Espíritus, sean cuales fueren, no quieren ser explotados, y si algunos parecen ser conniventes, si hasta van al encuentro de ciertos deseos demasiado mundanos, es casi siempre con el propósito de una mistificación de la que se ríen después, jugando así una mala pasada a gente muy crédula. Además, quizá no sea inútil que algunos se quemen los dedos, a fin de aprender a no jugar con cosas serias.
Sería el caso de hablar aquí de uno de esos médiums privilegiados que los Espíritus curativos parecen haber tomado bajo su protección directa. La Srta. Désirée Godu, que vive en Hennebont (Morbihan), y que en este aspecto tiene una facultad verdaderamente excepcional, de la cual hace uso con la más piadosa abnegación. Ya hemos dicho algunas palabras al respecto en una de las actas de las sesiones de la Sociedad; pero la importancia del tema merece un artículo especial, que tendremos la satisfacción de publicar en nuestro próximo número. Además del interés que se le da al estudio de toda facultad rara, nosotros siempre consideramos como un deber dar a conocer el bien y hacer justicia a quien lo practica.