Lo sobrenatural
(Médium: Sr. Rabache, de Burdeos)
Hijos míos, vuestro padre hizo bien en llamaros seriamente la atención sobre los fenómenos que se producen en las sesiones de las cuales os ocupáis hace algunos días. Según las instrucciones de ciertos Espíritus sectarios, ignorantes o dominadores, esos efectos han sido juzgados sobrenaturales. No creáis en esto, hijos míos; nada de lo que sucede es
sobrenatural; si así fuese, el buen sentido os dice que eso solamente ocurriría fuera de la Naturaleza y, entonces, no lo veríais. Para que vuestros ojos o vuestros sentidos perciban una cosa,
es totalmente necesario que esta cosa sea
natural. Con un poco de reflexión, no hay un Espíritu serio que consienta en creer en cosas sobrenaturales. No quiero decir con esto que no existan cosas que así parezcan a vuestra inteligencia, pero la única razón para eso es que no las comprendéis. Cuando algún hecho os parezca salir de lo que creéis natural, tened cuidado con esa pereza de no querer razonar que os induce a creer que es sobrenatural; buscad comprenderlo; es para esto que os ha sido dada la inteligencia. ¿De qué os serviría la misma si tuvieseis que contentaros con aprender y con creer en lo que os han enseñado vuestros predecesores? Es necesario que cada uno ponga su inteligencia al servicio del progreso, que es una obra colectiva. Puesto que sois dotados de pensamiento, pensad; ya que tenéis discernimiento –que os ha sido dado para algo–, examinad y juzgad. No aceptéis juicios que ya estén concluidos sino después de haberlos pasado por el tamiz de la razón. Dudad un largo tiempo si no tuviereis certeza, pero nunca neguéis aquello que no comprendáis. Examinad, examinad seriamente. Sólo el que es perezoso, el que no es inteligente y el indiferente aceptan como verdadero o falso todo lo que oyen afirmar o negar. En fin, hijos míos, haced todos los esfuerzos para volveros serios y útiles, a fin de cumplir bien la misión que os ha sido confiada. Nunca es demasiado temprano como para ocuparse con el bien y con lo bueno; por lo tanto, comenzad desde ahora a ocuparos con cosas serias; el tiempo de las futilidades es siempre muy largo: es un tiempo perdido para vuestro progreso, que no debéis perder de vista un solo instante. Las cosas de la Tierra no son nada; apenas sirven para vuestra travesía hacia un otro estado, que será tanto más perfecto como mejor preparado estuviereis.
Vuestra abuela.
ALLAN KARDEC