La electricidad del pensamiento (Médium: Sra. de Costel)
Os hablaré del extraño fenómeno que sucede en las asambleas, sea cual fuere su carácter: me refiero a la electricidad del pensamiento, que se expande, como por encanto, en los cerebros menos preparados para recibirla. Este hecho, por sí solo, podría confirmar el magnetismo a los ojos de los más incrédulos. Sobre todo, es admirable la coexistencia de los fenómenos y el modo por el cual se confirman recíprocamente. Sin duda diréis: el Espiritismo los explica a todos, porque da la razón de los hechos hasta entonces relegados al dominio de la superstición. Es preciso creer en lo que Él os enseña, porque transforma la piedra en diamante, es decir, eleva incesantemente las almas que se dedican a comprenderlo y les da, en esta Tierra, la paciencia para soportar los males, proporcionándoles en el Cielo la elevación gloriosa que aproxima al Creador.
Vuelvo al punto de partida, del cual me aparté un poco: la electricidad que une a los Espíritus de los hombres en una reunión y que hace conque todos comprendan la misma idea al mismo tiempo. Esta electricidad será un día empleada tan eficazmente entre los hombres, como ya lo es para las comunicaciones a distancia. Os señalo esta idea: un día la desarrollaré, porque es muy fecunda. Conservad la calma en vuestros trabajos y contad con la benevolencia de los Espíritus buenos para asistiros.
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Voy a completar mi pensamiento que quedó inconcluso en la última comunicación. Os hablaba de la electricidad del pensamiento y os decía que ella sería un día empleada como lo es su hermana, la electricidad física. En efecto, al estar reunidos, los hombres liberan un fluido que les transmite las más mínimas impresiones con la rapidez del relámpago. ¿Por qué nunca se pensó en emplear ese medio, por ejemplo, para descubrir a un criminal o para hacer comprender a las masas las verdades de la religión o del Espiritismo? En los grandes procesos criminales o políticos, todos los asistentes de los dramas judiciales han podido constatar la corriente magnética que poco a poco forzaba a las personas más interesadas en ocultar su pensamiento, a descubrirlo, incluso a confesar, por no poder más soportar la presión eléctrica que, a pesar suyo, hacía brotar la verdad, no de su conciencia, sino de su corazón. Dejando a un lado esas grandes emociones, el mismo fenómeno se reproduce en las ideas intelectuales que se transmiten de cerebro a cerebro. Por lo tanto, el medio ya ha sido encontrado; trátese de aplicarlo: que se reúna en un mismo centro a hombres convencidos o instruidos, y que se les presente en oposición la ignorancia o el vicio. Estas experiencias deben ser hechas conscientemente, y son más importantes que los vanos debates sobre las palabras.
DELPHINE DE GIRARDIN