El hombre
El hombre es un compuesto de grandeza y de miseria, de conocimiento y de ignorancia; en la Tierra, él es el verdadero representante de Dios, porque su vasta inteligencia abarca el Universo; ha sabido descubrir una parte de los secretos de la naturaleza; sabe servirse de los elementos; recorre distancias inmensas por medio del vapor; puede conversar con su semejante de una antípoda a la otra, a través de la electricidad que sabe dirigir; su genio es inmenso; cuando sabe poner todo esto a los pies de la Divinidad, rindiéndole homenaje, ¡es casi igual a Dios!
Pero ¡cómo el hombre es pequeño y miserable cuando el orgullo se apodera de su ser! No ve su miseria; no ve que su existencia –esta vida que no puede comprender– le es arrebatada a veces instantáneamente por la simple voluntad de esa Divinidad que él desconoce, porque no puede defenderse contra Ella; ¡es preciso que su destino se cumpla! Él, que ha estudiado y que ha analizado todo; él, que conoce tan bien el movimiento de los astros, ¿conoce el poder creador que hace germinar el grano de trigo que ha cultivado en la tierra? ¿Puede el hombre crear una flor, por más simple y modesta que sea? No; ahí se detiene su poder. Entonces, debería reconocer que hay un poder muy superior al suyo; la humildad debería apoderarse de su corazón, y al admirar las obras de Dios, haría un acto de adoración.
SANTA TERESA