Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Dictados espontáneos

El Ángel de los niños
(Sociedad; médium: Sra. de Boyer)

Mi nombre es Micaela; soy uno de los Espíritus designados para la guarda de los niños. ¡Qué dulce misión y qué felicidad que esto proporciona al alma! Decís para la guarda de los niños; pero ¿ellos no tienen sus madres, buenos ángeles designados para esta guarda? ¿Y por qué aún es necesario un Espíritu para ocuparse de los mismos? ¿Pero no pensáis en los que no tienen más esa buena madre? ¡Infelizmente los hay, y muchos! Y la propia madre, ¿no necesitará ayuda algunas veces? ¿Quién la despierta en medio de su primer sueño? ¿Quién le hace presentir el peligro? ¿Quién le intuye el alivio cuando el mal es grave? Nosotros, siempre nosotros; somos nosotros los que desviamos al niño de la ribera hacia donde corre distraído; que apartamos de él a los animales nocivos y que alejamos el fuego que podría alcanzar sus cabellos rubios. ¡Cuán suave es nuestra misión! Somos también nosotros que le inspiramos la compasión por el pobre, la dulzura, la bondad; ninguno de ellos, ni los más malvados, podrían enfadarnos; hay siempre un instante en que su pequeño corazón se abre a nosotros. Entre vosotros, más de uno ha de admirarse de esta misión; ¿pero no decís frecuentemente que hay un Dios para los niños, sobre todo para los niños pobres? No, no hay un Dios, sino ángeles, amigos. Y, de otro modo, ¿cómo podríais explicar esos salvamentos milagrosos? Existen igualmente muchos otros poderes, de cuya existencia ni mismo sospecháis; existe el Espíritu de las flores, el de los perfumes; hay miles de Espíritus, cuyas misiones más o menos elevadas os parecerían deliciosas y envidiables, después de vuestra dura vida de pruebas; yo los invitaré a venir a vuestro medio. En este momento soy recompensada por haber tenido una vida totalmente consagrada a los niños. Me casé joven con un hombre que tenía varios hijos, y no tuve la felicidad de tenerlos a través de mí misma. Completamente dedicada a ellos, Dios, el soberano y buen Señor, me concedió ser aún guardián de los niños. Lo repito: ¡qué dulce y santa misión! Y las madres aquí presentes no podrían negar cuán poderosa es esta misión. Adiós, voy a la cabecera de mis pequeños protegidos; la hora del sueño es mi hora, y es preciso que yo visite a todos esos lindos ojitos cerrados. Sabed que el buen ángel que vela por ellos no es una alegoría, sino una gran verdad.

Consejos
(Sociedad, 25 de noviembre de 1859; médium: Sr. Roze)

En otros tiempos os hubieran crucificado, quemado, torturado; el patíbulo fue derribado; la hoguera fue extinguida; los instrumentos de tortura fueron quebrados; la terrible arma del ridículo, tan poderosa contra la mentira, se debilitará ante la verdad; sus más temibles enemigos fueron encerrados en un círculo infranqueable. En efecto, negar la realidad de nuestras manifestaciones sería negar la revelación, que es la base de todas las religiones. Atribuir las manifestaciones al demonio, pretender que el Espíritu del mal venga a confirmaros y a desarrollaros el Evangelio, exhortándoos al bien, a la práctica de todas las virtudes, es sencillamente –y felizmente– probar que aquél no existe. Todo reino dividido contra sí mismo perecerá. Restan los Espíritus malos. Nunca un árbol bueno producirá frutos malos; jamás un árbol malo producirá frutos buenos. Por lo tanto, nada mejor que responderles lo que el Cristo respondía a sus perseguidores, cuando éstos formulaban contra Él las mismas acusaciones; y como Él, rogar a Dios que los perdone, porque ellos no saben lo que hacen.

El Espíritu de Verdad


(Otro Consejo, dictado a través del Sr. Roze y leído en la Sociedad)

Francia lleva el estandarte del progreso y debe guiar a las otras naciones: los acontecimientos pasados y contemporáneos así lo prueban. Habéis sido elegidos para seros el espejo que debe recibir y reflejar la Luz Divina, que debe iluminar la Tierra, hasta entonces sumergida en las tinieblas de la ignorancia y de la mentira. Pero si vosotros no estuviereis animados por el amor al prójimo y por un desinterés sin límites; si el deseo de conocer y de propagar la verdad, cuyos caminos debéis abrir a la posteridad, no fuere el único móvil que guíe vuestros trabajos; si el más leve pensamiento de orgullo, de egoísmo y de interés material encuentra un lugar en vuestros corazones, nosotros no nos serviremos de vosotros sino como el artesano que emplea temporalmente una herramienta defectuosa; vendremos hasta que hayamos encontrado o creado un centro más rico que vosotros en virtudes, más simpático a la falange de Espíritus que Dios ha enviado para revelar la verdad a los hombres de BUENA voluntad. Pensad seriamente en esto; examinad vuestros corazones, sondead sus recovecos más ocultos y expulsad con energía las malas pasiones que os alejan de nosotros, o si no retiraos antes que comprometáis los trabajos de vuestros hermanos con vuestra presencia, o con la de los Espíritus que traeríais con vosotros.

El Espíritu de Verdad
La ostentación
(Sociedad, 16 de diciembre de 1859; médium: Srta. Huet)

En una bella tarde de primavera, un hombre rico y generoso estaba sentado en su sala; con felicidad respiraba el perfume de las flores de su jardín. Enumeraba con complacencia todas las buenas obras que él había practicado durante el año. Al acordarse de esto, no pudo dejar de lanzar una mirada casi despreciativa hacia la casa de uno de sus vecinos, el cual no había podido dar sino una módica moneda para la construcción de la iglesia parroquial. Por mi parte –dijo él– he dado más de mil escudos para esa obra pía; arrojé con desdén un billete de 500 francos en la bolsa que me tendía aquella joven duquesa en favor de los pobres; he dado mucho para las fiestas de beneficencia, para toda especie de rifas, y creo que Dios me será grato por tanto bien que he realizado. ¡Ah! Me olvidaba de un pequeño óbolo que di recientemente a una infeliz viuda, responsable por una numerosa familia y que incluso cría a un huérfano; pero lo que le dí es tan poca cosa, que ciertamente el cielo no se me abrirá por esto.

–Tú te equivocas, le respondió de repente una voz que lo hizo darse vuelta: es la única que Dios acepta, y he aquí la prueba. En ese mismo instante una mano borró el papel en que él había escrito todas sus buenas obras, dejando registrada solamente la última: ésta lo llevó al cielo.

Por lo tanto, no es el óbolo ofrecido con ostentación que es el mejor, sino el que es dado con toda la humildad del corazón.

Joinville, amy de Loys
Amor y libertad
(Sociedad, 27 de enero de 1860; médium: Sr. Roze)

Dios es amor y libertad; es por el amor y por la libertad que el Espíritu se aproxima a Él. Por el amor desarrolla, en cada existencia, nuevas relaciones que lo aproximan a la unidad; por la libertad elige el bien que lo aproxima a Dios. Sed ardientes propagadores de la nueva fe; que el santo fervor que os anima nunca os haga atentar contra la libertad ajena. Evitad, por medio de una insistencia demasiado grande junto a la incredulidad orgullosa y temerosa, exasperar una resistencia medio vencida, que está cerca de rendirse. El reino de la coerción y de la opresión ha terminado; el de la razón, el de la libertad y el del amor fraternal ha comenzado. Ya no es más por el miedo y por la fuerza que los poderosos de la Tierra han de adquirir, en lo sucesivo, el derecho de dirigir los intereses morales, espirituales y físicos de los pueblos, sino a través del amor y de la libertad.

Abelardo
La inmortalidad

(Sociedad, 3 de febrero de 1860; médium: Srta. Huet)
¿Cómo puede un hombre –un hombre inteligente– no creer en la inmortalidad del alma y, por consecuencia, en una vida futura, que no es otra sino la del Espiritismo? ¿Qué sería de ese amor inmenso que la madre consagra a su hijo, de esos cuidados con los cuales ella lo ampara en la niñez, y de esa solicitud esclarecida que el padre dedica a la educación de su ser amado? ¿Entonces todo esto sería aniquilado en el momento de la muerte o de la separación? ¿Seríamos, pues, similares a los animales, cuyo instinto es admirable –sin duda–, pero que no cuidan con ternura de su descendencia sino hasta el momento en que ésta deja de tener necesidad de los cuidados maternos? Al llegar ese momento, los padres abandonan a sus hijos y todo está terminado: el cuerpo está criado, el alma no existe; ¡pero el hombre no tendría un alma, y un alma inmortal! Y el genio sublime, que sólo puede ser comparado a Dios –pues emana de Él–, ese genio que crea prodigios y obras maestras, ¡todo esto sería aniquilado con la muerte del hombre! ¡Profanación! No se puede aniquilar así lo que viene de Dios. Un Rafael, un Newton, un Miguel Ángel y tantos otros genios sublimes, aún iluminan el Universo con sus Espíritus, aunque sus cuerpos no existan más. No os equivoquéis: ellos viven y vivirán eternamente. En lo que respecta a comunicarse con vosotros, esto es menos fácil de admitir por la generalidad de los hombres; solamente a través del estudio y de la observación que éstos pueden adquirir la certeza de que eso es posible.

Fenelón
Parábola
(Sociedad, 9 de diciembre de 1859; médium: Sr. Roze)

Un navío viejo, en su última travesía, fue acometido por una terrible tempestad. Además de una multitud de pasajeros, llevaba a su destino una gran cantidad de mercancías extranjeras, acumuladas por la avaricia y por la codicia de sus dueños. –El peligro era inminente; reinaba a bordo el mayor desorden; los jefes se negaban a arrojar el cargamento al mar. Sus órdenes eran ignoradas; habían perdido la confianza de la tripulación y de los pasajeros. Era necesario pensar en abandonar el navío; pusieron tres embarcaciones en el mar: en la primera –la mayor– se precipitaron imprudentemente los más impacientes y los más inexpertos, que se apresuraron a remar en dirección a la luz que percibieron a lo lejos, en la costa. Cayeron en manos de una horda que provocaba naufragios, que los despojó de los objetos preciosos que habían recogido de prisa y que los maltrató sin piedad.

Los segundos, más perspicaces, supieron distinguir un faro salvador en medio de las luces engañosas que centelleaban en el horizonte y, confiados, descuidaron el barco dejándolo al capricho de las olas, el cual se quebró al chocarse contra los arrecifes, al pie del propio faro del que no habían desviado la vista; fueron tanto más sensibles a su ruina y a la pérdida de sus bienes porque habían vislumbrado la salvación.

Los terceros, poco numerosos, pero sabios y prudentes, guiaron con cuidado el pequeño y frágil barco en medio de los escollos, llegando a la costa con sus bienes y sus cuerpos a salvo, sin otro mal que el de la fatiga del viaje.

Por lo tanto, no os contentéis con poneros en guardia contra las falsas señales de los que provocan naufragios, contra los Espíritus malos; mas sabed también evitar el error de los viajeros indolentes que perdieron sus bienes y que naufragaron en el puerto. Sabed guiar vuestro barco en medio de los escollos de las pasiones, y llegaréis felizmente al puerto de la vida eterna, enriquecidos con las virtudes que adquiristeis en vuestros viajes.

San Vicente de Paúl
El Espiritismo
(Sociedad, 3 de febrero de 1860; médium: Sra. de M.)

El Espiritismo es llamado para esclarecer al mundo, pero le es necesario un cierto tiempo para progresar. Él ha existido desde la Creación, mas sólo era conocido por algunas personas porque, en general, la masa se ocupa poco en meditar sobre las cuestiones espíritas. Hoy, con la ayuda de esta Doctrina pura, se hará una nueva luz. Dios, que no quiere dejar a la criatura en la ignorancia, permite que los Espíritus más elevados vengan a ayudarnos para contrarrestar al Espíritu de las tinieblas, que tiende a envolver al mundo; el orgullo humano obnubila el discernimiento y hace cometer muchas faltas en la Tierra. Son necesarios Espíritus simples y dóciles para comunicar la luz y atenuar todos nuestros males. ¡Coraje! Persistid en esta obra, que es agradable a Dios, porque ella es útil para su mayor gloria, y de la misma resultarán grandes bienes para la salvación de las almas.

Francisco de Sales
Filosofía

(Sociedad, 3 de febrero de 1860; médium: Sr. Colin)
Escribid lo siguiente: ¡El hombre! ¿Qué es él? ¿De dónde ha venido? ¿Hacia adónde va? –¿Dios? ¿La Naturaleza? ¿La Creación? ¿El mundo? ¡Su eternidad en el pasado, en el futuro! ¿Límite de la Naturaleza, relaciones del ser infinito con el ser particular? ¿Paso de lo infinito a lo finito? –Preguntas que el hombre debe haber hecho, aún niño, cuando vio por primera vez con su razón, por encima de su cabeza, la marcha misteriosa de los astros; o cuando vio la tierra bajo sus pies, alternativamente revestida con ropas de fiesta por el hálito templado de la primavera, o cubierta por un velo de luto bajo el soplo helado del invierno; cuando él mismo se vio pensando, sintiendo y siendo arrojado por un instante en ese inmenso torbellino vital entre el ayer –día de su nacimiento– y el mañana, día de su muerte. Preguntas que han sido efectuadas a todos los pueblos, a todas las edades y en todas sus escuelas y que, sin embargo, no han dejado de permanecer como enigmas para las siguientes generaciones; preguntas muy dignas, no obstante, para cautivar el espíritu investigador de vuestro siglo y el genio de vuestro país. –Por lo tanto, si hubiese entre vosotros un hombre o diez hombres que tengan la conciencia de la alta gravedad de la misión apostólica, y con voluntad para dejar un rastro de su paso por aquí, a fin de servir como punto de referencia para la posteridad, yo le diría: Por mucho tiempo habéis transigido con los errores y con los prejuicios de vuestra época; para vosotros, el período de las manifestaciones materiales y físicas ha pasado; lo que llamáis de evocaciones experimentales ya no puede más enseñaros grandes cosas, porque, muy a menudo, sólo la curiosidad está en juego; pero la era filosófica de la Doctrina se aproxima. Por lo tanto, no permanezcáis por más tiempo aferrados a las tablas ya carcomidas del pórtico, y penetrad con audacia en el santuario celestial, enarbolando dignamente la bandera de la filosofía moderna, en la cual escribid sin temor: misticismo, racionalismo. Haced eclecticismo en el eclecticismo moderno; hacedlo como los Antiguos, apoyándoos en la tradición histórica, mística y legendaria, pero siempre teniendo cuidado de no salir de la revelación –antorcha que nos faltó a todos–, recurriendo a las luces de los Espíritus superiores, consagrados de forma misionera a la marcha del Espíritu humano. Por más elevados que sean, esos Espíritus no saben todo: sólo Dios lo sabe; además, de lo que saben, no todo pueden revelar. En efecto, ¿qué sería del libre albedrío del hombre, de su responsabilidad, de su mérito y de su demérito y, como sanción, del castigo y de la recompensa?

Entretanto, puedo marcar con algunos principios fundamentales el camino que os muestro; por lo tanto, escuchad lo siguiente:

1°) El alma tiene el poder de sustraerse a la materia;

2°) De elevarse muy por encima de la inteligencia;

3°) Ese estado es superior a la razón;

4°) Él puede poner al hombre en relación con aquello que escapa a sus facultades;

5°) El hombre puede alcanzar dicho estado a través de la oración a Dios, por medio de un esfuerzo constante de la voluntad, reduciendo el alma –por así decirlo– al estado de pura esencia, privada de la actividad sensible y exterior; en una palabra, por abstracción de todo lo que hay de diverso, de múltiple, de indeciso, de turbulento y de exterioridad en el alma;

6°) Existe en el yo concreto y complejo del hombre una fuerza completamente ignorada hasta hoy: por lo tanto, buscadla.

Moisés, Platón y después Juliano
Comunicaciones leídas en la Sociedad

Médium: Sr. Pêcheur

Amigo mío, ¿no sabéis que todo hombre que camina en la senda del progreso, tiene siempre contra sí la ignorancia y la envidia? El polvo levantado por vuestros pasos suscita envidia. Vuestras ideas dejan alterados a ciertos hombres, porque no comprenden o porque sofocan por orgullo la voz de la conciencia que les grita: Lo que rechazas, tu juez te hará recordar un día; es una mano que Dios te tiende para sacarte del lodazal donde te han arrojado tus pasiones. Escucha por un instante la voz de la razón; piensa que vives en el siglo del dinero, donde el yo domina; que el amor a las riquezas seca tu corazón, dejando la conciencia pesada con muchas faltas e incluso con crímenes que tendrás que confesar. Hombres sin fe, que os decís hábiles: vuestra habilidad os llevará al naufragio; ninguna mano os será tendida; os hicisteis los sordos para con la desgracia de los otros, y seréis tragados sin que una lágrima se derrame por vosotros. ¡Deteneos! Aún hay tiempo; que el arrepentimiento penetre en vuestros corazones; que el mismo sea sincero, y Dios os perdonará. Buscad al desdichado que no osa quejarse y que la miseria mata lentamente; y el pobre que hubiereis ayudado incluirá vuestro nombre en sus oraciones; bendecirá la mano que quizá haya salvado a su hija del hambre que mata y de la vergüenza que deshonra. Infelices de vosotros si os hacéis los sordos a su voz. Dios os ha dicho por la boca sagrada del Cristo: Ama a tu hermano como a ti mismo. ¿No os ha dado la razón para juzgar el bien y el mal? ¿No os ha dado un corazón para compadeceros de los sufrimientos de vuestros semejantes? ¿No sentís que al sofocar vuestra conciencia, sofocáis la voz del progreso y de la caridad? ¿No sentís que apenas arrastráis un cuerpo vacío, y que nada más palpita en vuestro pecho, lo que vuelve incierta vuestra marcha? Porque huisteis de la luz y vuestros ojos se volvieron de carne, las tinieblas que os rodean os agitan y os causan temor; buscáis salir –pero demasiado tarde– de ese camino que se destruye bajo vuestros pies; el miedo, que no podéis definir, os vuelve supersticiosos. Aparentáis que sois un hombre caritativo; sin embargo, esperando rescatar vuestra vida de egoísta, dais la moneda que el temor os arranca, pero Dios sabe lo que os lleva a actuar así: no podéis engañarlo. Vuestra existencia se extinguirá sin esperanza, y no podréis prolongarla ni un solo día; se ha de extinguir a pesar de vuestras riquezas, que vuestros hijos codician por anticipado, porque les habéis dado el ejemplo; al igual que vos, ellos tienen solamente un deseo: el del oro, único sueño de felicidad para ellos. Y cuando suene esta hora de justicia, os será necesario comparecer ante el Juez Supremo que habéis despreciado.

Tu hija
La conciencia

Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia –fatal consejera– lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta. Pero el hombre de corazón recto no tiene soberbia en la cabeza; escucha con provecho las palabras del sabio; siente que no es nada, y que Dios es todo; busca instruirse en el libro de la Naturaleza, escrito por la mano del Creador. Eleva su Espíritu y expele de su envoltura las pasiones materiales que a menudo os extravían. Una pasión que os domina es un guía peligroso: recordad esto, amigo. Dejad reír al escéptico: su risa se extinguirá; a la hora extrema, el hombre se vuelve creyente. De esta manera, piensa siempre en Dios, porque únicamente Él no se equivoca. Recuerda que apenas existe un camino que conduce hacia Él: la fe y el amor a los semejantes.

Tu hija
La morada de los elegidos
(Médium: Sra. de Desl...)
Tu pensamiento aún está absorbido por las cosas de la Tierra; si quieres escucharnos, es necesario olvidarlas. Tratemos de conversar acerca de lo Alto; que tu Espíritu se eleve hacia esas regiones, morada de los elegidos del Señor. Observa esos mundos que esperan a todos los mortales, cuyos lugares están marcados según el mérito que tengan. ¡Cuánta felicidad para aquel que se complace en las cosas santas, en las grandes enseñanzas dadas en el nombre de Dios! ¡Oh, hombres, cómo sois pequeños, comparados con los Espíritus liberados de la materia, que se ciernen en los espacios ocupados por la gloria del Señor! Felices aquellos que son llamados a habitar los mundos en donde la materia no es más que un nombre; en donde todo es etéreo y translúcido; en donde los pasos no se escuchan más. La música celestial es la única melodía que llega a los sentidos, ¡los cuales son tan perfectos que captan los mínimos sonidos, desde que éstos sean armoniosos! ¡Qué celeridad la de todos esos seres amados por Dios! ¡Cómo se desplazan con deleite por esas regiones de regocijo, que son sus moradas! Allí no hay discordias, ni envidia, ni odio; el amor se ha vuelto el lazo destinado a unir entre sí a todos los seres creados, y este amor que llena sus corazones sólo tiene como límite al propio Dios, que es la finalidad, y en el que se resumen la fe, el amor y la caridad.

Un amigo


(Otra comunicación, a través de la misma médium)

Tu olvido me afligía; no dejes más sin llamarme por tanto tiempo; me siento dispuesto a conversar contigo y a darte consejos. Guárdate de creer en todo lo que otros Espíritus podrían decirte: tal vez ellos te arrastren por un mal camino. Ante todo sé prudente, para que Dios no te saque la misión que te encargó de cumplir, es decir, la de ayudar a llevar al conocimiento de los hombres la revelación de la existencia de los Espíritus alrededor de ellos. No todos están en condiciones de apreciar y de comprender el alto alcance de estas cosas, cuyo conocimiento Dios aún no permite sino a los elegidos. Vendrá el día en que esta ciencia, llena de consuelos y de grandeza, será compartida por toda la Humanidad, donde ya no se encontrará más un incrédulo. Entonces, los hombres no podrán comprender cómo una verdad tan palpable haya podido ser puesta en duda un solo instante, por el más simple de los mortales. En verdad, te digo que no pasará medio siglo, antes que los ojos y los oídos de todos sean abiertos a esa gran verdad: que los Espíritus circulan en el espacio y ocupan los diferentes mundos, conforme su mérito a los ojos de Dios; que la verdadera vida está en la muerte, y que es necesario que el hombre sea rescatado varias veces, antes de obtener la vida eterna, a la que todos deberán llegar a través de más o menos siglos de sufrimientos, según hayan sido más o menos fieles a la voz del Señor.

Un amigo

La inteligencia y el discernimiento

(Médium: Sra. de Netz)

La libertad del hombre es totalmente individual; él nació libre, pero a menudo el mal uso de esta libertad provoca su desdicha. Libertad moral, libertad física, él ha reunido todo, mas con frecuencia le falta el discernimiento, aquello que llamáis el buen sentido. Si un hombre tiene mucha inteligencia, pero le falta la cualidad del discernimiento, es absolutamente como si nada tuviese, porque ¿qué haría él de su inteligencia si no puede gobernarla, si no tiene el necesario juicio para saber comportarse, si cree que camina por la buena senda, cuando está en el lodazal o si cree tener siempre la razón, cuando frecuentemente está errado? El discernimiento puede tomar el lugar de la inteligencia, pero la inteligencia nunca sustituirá al discernimiento. Esta última es una cualidad necesaria y, si no la tenemos, es preciso hacer todos los esfuerzos para adquirirla.


Un Espíritu familiar
El incrédulo

(Médium: Sra. L...)
Vuestra Doctrina es bella y santa; su primer jalón está plantado, y sólidamente plantado. Ahora sólo debéis marchar; el camino que se os ha abierto es grande y majestuoso. Bienaventurado aquel que llegue al puerto; cuanto más adeptos haya hecho, más le será tomado en cuenta. Pero para esto es necesario no abrazar fríamente a la Doctrina; es preciso hacerlo con fervor, y este fervor será multiplicado, porque Dios está siempre con vosotros cuando hacéis el bien. Todos aquellos que condujereis, serán otras tantas ovejas que volverán a entrar al redil; ¡pobres ovejas descarriadas! Creed que el más escéptico, el más ateo y el más incrédulo, en fin, tienen siempre en el corazón un pequeño rincón que quisieran ocultar a sí mismos. Pues bien: éste es el pequeño rincón que es necesario buscar y encontrar, porque es preciso abordar ese lado vulnerable de ellos; es una pequeña grieta que Dios ha dejado expresamente abierta para facilitar a su criatura el medio de volver a Él.


San Benito
Lo sobrenatural

(Médium: Sr. Rabache, de Burdeos)
Hijos míos, vuestro padre hizo bien en llamaros seriamente la atención sobre los fenómenos que se producen en las sesiones de las cuales os ocupáis hace algunos días. Según las instrucciones de ciertos Espíritus sectarios, ignorantes o dominadores, esos efectos han sido juzgados sobrenaturales. No creáis en esto, hijos míos; nada de lo que sucede es sobrenatural; si así fuese, el buen sentido os dice que eso solamente ocurriría fuera de la Naturaleza y, entonces, no lo veríais. Para que vuestros ojos o vuestros sentidos perciban una cosa, es totalmente necesario que esta cosa sea natural. Con un poco de reflexión, no hay un Espíritu serio que consienta en creer en cosas sobrenaturales. No quiero decir con esto que no existan cosas que así parezcan a vuestra inteligencia, pero la única razón para eso es que no las comprendéis. Cuando algún hecho os parezca salir de lo que creéis natural, tened cuidado con esa pereza de no querer razonar que os induce a creer que es sobrenatural; buscad comprenderlo; es para esto que os ha sido dada la inteligencia. ¿De qué os serviría la misma si tuvieseis que contentaros con aprender y con creer en lo que os han enseñado vuestros predecesores? Es necesario que cada uno ponga su inteligencia al servicio del progreso, que es una obra colectiva. Puesto que sois dotados de pensamiento, pensad; ya que tenéis discernimiento –que os ha sido dado para algo–, examinad y juzgad. No aceptéis juicios que ya estén concluidos sino después de haberlos pasado por el tamiz de la razón. Dudad un largo tiempo si no tuviereis certeza, pero nunca neguéis aquello que no comprendáis. Examinad, examinad seriamente. Sólo el que es perezoso, el que no es inteligente y el indiferente aceptan como verdadero o falso todo lo que oyen afirmar o negar. En fin, hijos míos, haced todos los esfuerzos para volveros serios y útiles, a fin de cumplir bien la misión que os ha sido confiada. Nunca es demasiado temprano como para ocuparse con el bien y con lo bueno; por lo tanto, comenzad desde ahora a ocuparos con cosas serias; el tiempo de las futilidades es siempre muy largo: es un tiempo perdido para vuestro progreso, que no debéis perder de vista un solo instante. Las cosas de la Tierra no son nada; apenas sirven para vuestra travesía hacia un otro estado, que será tanto más perfecto como mejor preparado estuviereis.

Vuestra abuela.
ALLAN KARDEC