Los Espíritus están divididos en varias categorías: al principio los
embriones, que no tienen ninguna facultad distinta; fluctúan en el aire como insectos que se ven en torbellino en un rayo de sol; ellos se agitan sin objetivo y se encarnan sin haber hecho su elección; se vuelven seres humanos ignorantes y groseros.
Por encima de ellos están los
Espíritus ligeros, cuyos instintos no son malos, sino maliciosos; ellos se burlan de los hombres y les causan contrariedades frívolas; son infantiles, y tienen caprichos y malicias pueriles.
Los Espíritus malos no son todos del mismo grado; hay los que no hacen otro mal más allá de sutiles engaños; no se vinculan a un ser y se limitan a cometer faltas poco graves.
Los Espíritus malévolos inducen al mal y se complacen con esto, pero aún tienen un destello de piedad.
Los Espíritus perversos no tienen piedad; todas sus facultades tienden al mal; lo hacen calculadamente, con persistencia y se complacen con las torturas morales que causan. Ellos corresponden, en el mundo de los Espíritus, a los criminales en el vuestro. Llegan a esta perversidad a fuerza de menospreciar las leyes de Dios; en sus vidas carnales, sucumben de caída en caída y pasan siglos antes de que les venga un pensamiento de renovación. El mal es su elemento; se entregan a él con deleite, pero al ser obligados a reencarnarse, pasan por tales sufrimientos, y estos sufrimientos aumentan tanto en sus vidas espirituales, que el deseo del mal se consume en ellos; terminan por comprender que deben ceder a la voz de Dios, que no cesa de llamarlos. Se han visto a Espíritus rebeldes que piden con ardor las más terribles expiaciones y que las soportan con la alegría del martirio. Este regreso al bien constituye una inmensa felicidad para los Espíritus puros. La palabra del Cristo, para las ovejas descarriadas, tiene el brillo de la verdad.
Los Espíritus errantes del segundo orden son los intermediarios entre los Espíritus superiores y los mortales, porque es raro que los Espíritus superiores se comuniquen directamente; para ello es preciso que se haga una solicitud particular. Esos intermediarios son los Espíritus de los mortales que no tienen ningún mal grave para recriminarse y cuyas intenciones no han sido malas. Ellos reciben misiones, y cuando las realizan con esmero y amor son recompensados con un progreso más rápido. Tienen menos emigraciones que experimentar; así, los Espíritus desean fervorosamente estas misiones, que sólo les son concedidas como recompensa y cuando son considerados capaces de cumplirlas. Son los Espíritus superiores que los dirigen y que escogen sus funciones.
Todos los Espíritus superiores no son del mismo grado; si ellos se eximen de las emigraciones en vuestros mundos, no lo están de las condiciones de progreso en las esferas más elevadas. En fin, no hay ninguna laguna en el mundo visible e invisible; un orden admirable ha provisto todo; ningún ser es ocioso o inútil; todos concurren en la medida de sus facultades para la perfección de la obra de Dios, que no tiene término ni límite.
GEORGES