El autor de este opúsculo se ha propuesto probar que se puede ser a la vez un buen católico y un fervoroso espírita. Al respecto, él predica con la palabra y con el ejemplo, porque sinceramente practica los dos. Establece por hechos y por argumentos de una rigurosa lógica la concordancia del Espiritismo con la religión, y demuestra que todos los dogmas fundamentales encuentran en la Doctrina Espírita una explicación de tal naturaleza que satisfacen a la razón más exigente, y que en vano la Teología se esfuerza en dar; de esto se deduce que si esos mismos dogmas fuesen enseñados de esta manera, encontrarían mucho menos incrédulos y que, por lo tanto, debiendo la religión ganar con esa alianza, vendrá el día en que, por la fuerza de las cosas, el Espiritismo estará en la religión, o la religión en el Espiritismo.
Nos parece difícil que –después de la lectura de este opúsculo– aquellos que los escrúpulos religiosos aún alejan del Espiritismo, no sean llevados a tener una opinión más sana de la cuestión. Además, hay un hecho evidente: que las ideas espíritas marchan con tal rapidez que se puede, sin ser adivino ni hechicero, prever el tiempo en que serán tan generales que, de buen o mal grado, será preciso contar con ellas; dichas ideas han de adquirir derecho de ciudadanía sin tener necesidad del permiso de nadie, y en breve se reconocerá –si ya no se hizo– la absoluta imposibilidad de detener su curso. Las propias diatribas le dan un impulso extraordinario y no se podría creer el número de adeptos que sin querer ha hecho el Sr. Louis Figuier con su
Histoire du Merveilleux, donde él pretende explicar todo por la alucinación, mientras que en definitiva no explica nada, porque al ser su punto de partida la negación de toda fuerza fuera de la Humanidad, su teoría material no puede resolver todos los casos. Los sarcasmos del Sr. Oscar Comettant no son razones: él hace reír, pero no a expensas de los espíritas. El imprudente y grosero artículo de la
Gazette de Lyon solamente lo perjudicó a sí mismo, porque todo el mundo lo ha juzgado como merecía serlo. Después de la lectura del opúsculo del Dr. Grand, ¿qué dirán los que aún se atreven a insinuar que los espíritas son impíos, y que su Doctrina amenaza a la religión? Ellos no perciben que al decir esto hacen creer que la religión es vulnerable; en efecto, ésta sería bien vulnerable si una utopía –ya que, según ellos, aquélla es una utopía– pudiese comprometerla. No vacilamos en decirlo: todos los hombres sinceramente religiosos, y entendemos por esto a los que lo son más por el corazón que por los labios, reconocerán en el Espiritismo una manifestación divina, cuyo objetivo es reavivar la fe que se extingue.
Recomendamos encarecidamente este opúsculo a todos nuestros lectores, y creemos que al divulgarlo harán una cosa útil.
[1] Opúsculo grande in 18º; precio: 1 franco, y por correo: 1 fr. 25 cents.; se lo encuentra con el librero-editor Ledoyen, en el Palais-Royal, Galería de Orleáns Nº 31, y en la oficina de redacción de la
Revista Espírita.
[Nota de Allan Kardec.]