Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

Volver al menú
Las campanas
(Obtenida por el Sr. Pêcheur el 13 de enero de 1860)

¿Podés decirme por qué siempre me gustó escuchar el sonido de las campanas? Es que el alma del hombre, que piensa o que sufre, busca siempre desprenderse cuando siente esa felicidad muda que despierta en nosotros los vagos recuerdos de una existencia pasada; es que ese sonido es una traducción de la palabra del Cristo, que vibra en el aire desde hace dieciocho siglos: es la voz de la esperanza. ¡Cuántos corazones ha consolado! ¡Cuánta fuerza ha dado a la Humanidad creyente! Esa voz divina estremeció a los grandes de la época: tuvieron miedo de la misma, porque la verdad que ellos habían sofocado los hizo temblar. El Cristo la mostraba a todos: ellos mataron al Cristo, pero no a la idea; su palabra sagrada había sido comprendida; era inmortal, y sin embargo ¡cuántas veces la duda entró en vuestros corazones! ¡Cuántas veces el hombre acusó a Dios de ser injusto! Exclamaba: Dios mío, ¿qué hice yo? ¿La desgracia me marcó en la cuna? ¿Estoy entonces destinado a seguir este camino que despedaza mi corazón? Parece que una fatalidad se liga a mis pasos; siento que las fuerzas me abandonan, que la vida se destruye.

En este momento, Dios hace entrar en vuestro corazón un rayo de esperanza; una mano amiga os quita la venda del materialismo que cubre vuestros ojos. Una voz del cielo os dice: Observa en el horizonte aquel foco luminoso; es un fuego sagrado que emana de Dios; esa llama debe iluminar al mundo y purificarlo; debe hacer penetrar su luz en el corazón del hombre y disipar las tinieblas que oscurecen sus ojos. Algunos hombres tuvieron la pretensión de querer alumbraros, pero no produjeron sino brumas, que hicieron perder el camino recto.

Vosotros, a los que Dios muestra la luz, no seáis ciegos; es el Espiritismo que os permite levantar la punta del velo que cubría vuestro pasado. Observad ahora lo que habéis sido, y juzgaos. Curvad la cabeza ante la justicia del Creador; agradecedle por daros coraje para continuar la prueba que habéis elegido. El Cristo ha dicho: todos los que se sirvieren de la espada, por espada perecerán. Este pensamiento, completamente espírita, encierra el misterio de vuestros sufrimientos. Que la esperanza en la bondad de Dios os dé coraje y fe; escuchad siempre esta voz que vibra en vuestros corazones; cabe a vosotros comprender, estudiar con sabiduría, elevar vuestra alma por intermedio de pensamientos totalmente fraternales. Que el rico tienda la mano al que sufre, porque la riqueza no le ha sido dada para sus goces personales, sino para que sea su dispensador; y Dios le pedirá cuentas del uso que haya hecho de la misma. Vuestras virtudes son la única riqueza que Dios reconoce; únicamente esto llevaréis al dejar este mundo. Dejad hablar a esos supuestos sabios que os tratan de locos; quizá mañana os pidan para orar por ellos, porque Dios los juzgará.

TU HIJA, que te ama y que ora por ti.