Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

Volver al menú
Las piedras de Java

Bruselas, 9 de diciembre de 1859.

Señor Director:

He leído en la Revista Espírita el hecho relatado por Ida Pfeiffer sobre las piedras que caían en Java, en presencia de un oficial superior holandés con el cual estuve muy vinculado en 1817, ya que ha sido él quien me prestó sus pistolas y que fue testigo en mi primer duelo. Se llamaba Michiels, de Maestricht, y se volvió general en Java. La carta que relataba ese hecho agregaba que la caída de esas piedras, en una habitación aislada del distrito de Cheribon, no duró menos de doce días, y que los centinelas colocados por el general no descubrieron nada, ni él tampoco en todo el tiempo que permaneció allá. Estas piedras, formadas por una especie de piedra pómez, parecían ser creadas en el aire, a algunos pies del techo. Con ellas, el general hizo llenar varias cestas; los habitantes venían a buscarlas para hacer amuletos e inclusive remedios. Este hecho es muy conocido en Java, porque se repite con bastante frecuencia, sobre todo las escupidas de siri. Varios niños han sido perseguidos a pedradas en campo raso, pero sin ser alcanzados por las mismas. Se diría que Espíritus bromistas se divertían en asustar a las personas. Evocad al general Michiels en Espíritu: quizá él os explique este hecho. El Dr. Vanden Kerkhove, que durante mucho tiempo vivió en Java, me ha confirmado –como yo os afirmo– que vuestra Revista se vuelve cada día más interesante, más moralizadora y más buscada en Bruselas.

Atentamente,
JOBARD.

El conocido carácter de la Señora Ida Pfeiffer, el sello de veracidad que llevan todos sus relatos, no nos dejan ninguna duda sobre la realidad del fenómeno en cuestión: pero se comprende toda la importancia que a esto venga a sumarse la carta del Sr. Jobard, por el testimonio del principal testigo ocular encargado de verificar el hecho, y que no tenía ningún interés en darle crédito si lo hubiese reconocido falso. A primera vista la naturaleza esponjosa de esa lluvia de piedras podría ser atribuida a un origen volcánico o aerolítico, y los escépticos no dejarían de decir que la superstición había tomado el lugar de un fenómeno natural. Si sólo tuviésemos el testimonio de los javaneses, la suposición sería fundada, y esas piedras, cayendo en campo raso, vendrían sin duda en apoyo a esta opinión. Pero el general Michiels y el Dr. Vanden Kerkhove no eran malayos, y sus afirmaciones tienen mucho valor. A esta consideración, por sí sola muy poderosa, es preciso agregar que esas piedras no caían solamente en pleno aire, sino en un cuarto donde parecían formarse a alguna distancia del techo: es el general quien lo afirma. Ahora bien, nosotros pensamos que nunca se han visto aerolitos formarse en la atmósfera de un cuarto. Si se admite la causa meteorológica o volcánica, cómo explicar las escupidas de siri, ya que los volcanes nunca las han arrojado, por lo menos de nuestro conocimiento. Descartada esta hipótesis por la propia naturaleza de los hechos, resta saber cómo esas sustancias pudieron formarse. Esta explicación se encuentra en nuestro artículo del mes de agosto de 1859, sobre Objetos en el Más Allá.