La hipocresía (Médium: Sr. Didier Hijo)
Debería haber en la Tierra dos campos bien diferentes: el de los hombres que hacen el bien abiertamente y el de los que hacen el mal abiertamente. ¡Pero no! El hombre ni siquiera es franco en el mal, pues finge ser virtuoso. ¡Hipocresía! ¡Hipocresía! Poderosa diosa: ¡cuántos tiranos tú has creado! ¡Cuántos ídolos has hecho adorar! El corazón del hombre es realmente muy extraño, ya que puede palpitar cuando está muerto, ¡puesto que puede amar en apariencia el honor, la virtud, la verdad, la caridad! Diariamente el hombre se postra ante estas virtudes y diariamente falta a su palabra, despreciando a los pobres y al Cristo. Todos los días miente, ¡todos los días es un tartufo! ¡Cuántos hombres parecen honestos porque la apariencia muchas veces engaña! El Cristo los llamaba sepulcros blanqueados, es decir, la podredumbre por dentro y el mármol por fuera brillando al sol. ¡Hombre! En verdad tú pareces esa morada de muerte, y mientras tu corazón esté muerto, no serás inspirado por Jesús, esa luz divina que no ilumina exteriormente, sino interiormente.
La hipocresía –entended bien– es el vicio de vuestra época; ¡y queréis haceros grandes por la hipocresía! En nombre de la libertad, os engrandecéis; en nombre de la moral, os embrutecéis; en nombre de la verdad, mentís.