Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Recuerdo de una existencia anterior

(Sociedad, 25 de mayo de 1860)

Uno de nuestros suscriptores nos da a conocer una carta de uno de sus amigos, de la cual hemos extraído el siguiente pasaje:

«Habéis pedido mi opinión o, mejor dicho, mi creencia, en la presencia o no –junto a nosotros– de las almas de aquellos que hemos amado. Me pedís también algunas explicaciones referentes a mi convicción de que nuestras almas cambian de envoltura muy rápidamente.

«Os diré, por más ridículo que pueda parecer, que mi sincera convicción es la de haber sido asesinado durante la matanza de la Noche de san Bartolomé. Yo era muy pequeño cuando tuve este impactante recuerdo. Más tarde, cuando leí esa triste página de nuestra historia, muchos detalles me parecieron conocidos, y aún creo que si la vieja París pudiera ser reconstruida, yo reconocería aquella sombría alameda donde, huyendo, sentí el frío de tres puñaladas en la espalda. Hay detalles de esta escena sangrienta que están en mi memoria y que jamás desaparecerán. ¿Por qué tenía yo esa convicción antes de saber lo que era la Noche de san Bartolomé? Al leer el relato de esta matanza, me pregunté: ¿por qué? ¿Será que es un sueño, un desagradable sueño que tuve de niño, cuyo recuerdo ha permanecido tan vivo en mí? ¿Por qué cuando quise consultar mi memoria y forzar el pensamiento, quedé como un pobre loco al cual surge una idea y que parece luchar para descubrirle la razón? ¿Por qué? No lo sé. Sin duda me hallaréis ridículo, pero no por esto guardaré menos el recuerdo, mi convicción.

«Tenía siete años cuando tuve el siguiente sueño: Yo estaba con veinte años, era un joven distinguido y pienso que era rico. Vi que me batía en duelo y que fui muerto. Si os dijera que el saludo que se hace con el arma antes de batirme, yo lo hice la primera vez que tuve un florete en la mano; si os dijera que cada preliminar más o menos cortés que la educación o la civilización ha puesto en el arte de matar, era conocida por mí antes de adiestrarme en el manejo de las armas, me diríais sin duda que soy loco o maníaco. Puede ser, pero a veces me parece que una luz traspasa esa bruma, y tengo la convicción de que el recuerdo del pasado se restablece en mi alma.

«Si me preguntaseis si creo en la simpatía de las almas, en su poder de ponerse en contacto entre sí, pese a la distancia y a pesar de la muerte, os responderé: Sí, y este sí sería pronunciado con toda la fuerza de mi convicción. Sucedió que me encontraba a veinticinco leguas de Lima, después de ochenta y seis días de viaje, y me desperté en lágrimas, con un verdadero dolor en el corazón; una tristeza mortal se apoderó de mí durante todo el día. Registré este hecho en mi diario. En aquella hora, a la misma noche, mi hermano tuvo un ataque de apoplejía que comprometió gravemente su vida. Confronté el día y la hora: era todo exacto. He aquí un hecho; las personas existen. ¿Diréis que soy loco?

«No he leído a ningún autor que haya tratado semejante tema; lo haré a mi regreso; tal vez surja de esa lectura un poco de luz para mí.»

El Sr. V..., autor de esta carta, es oficial de la Marina y está actualmente de viaje. Sería interesante ver si, al evocarlo, él confirmaría sus recuerdos; pero como existe la imposibilidad de avisarle sobre nuestra intención, y también en razón de su profesión, podría ser difícil encontrar el momento propicio. Sin embargo, nos han dicho que cuando quisiésemos evocarlo llamáramos a su ángel guardián, y éste nos diría si podríamos hacerlo.

1. Evocación del ángel guardián del Sr. V... –Resp. Atiendo a vuestro llamado.

2. Conocéis el motivo que nos lleva a desear evocar a vuestro protegido; no se trata de satisfacer una vana curiosidad, sino de constatar –si es posible– un hecho interesante para la ciencia espírita: el del recuerdo de su existencia anterior. –Resp. Comprendo vuestro deseo, pero en este preciso momento su Espíritu no está libre; está activamente ocupado por el cuerpo y en una inquietud moral que le impide reposar.

3. ¿Él está aún en el mar? –Resp. Está en tierra; pero yo podré responder a algunas de vuestras preguntas, porque esa alma siempre ha sido confiada a mi guarda.

4. Ya que tenéis a bien respondernos, os preguntaremos si es una ilusión el recuerdo que él cree haber conservado de su muerte en una existencia anterior. –Resp. Es una intuición muy real; esta persona estaba realmente en la Tierra en esa época.

5. ¿Por qué razón ese recuerdo es más preciso en él que en otras personas? ¿Hay en eso una causa fisiológica o una utilidad particular para él? –Resp. Esos recuerdos vivos son muy raros; dependen un poco del género de muerte, que lo impresionó de tal modo que está –por así decirlo– grabado en su alma. Sin embargo, muchas otras personas tuvieron muertes también terribles, pero no les quedó el recuerdo de las mismas; sólo raramente Dios lo permite.

6. Después de esta muerte, ocurrida en la Noche de san Bartolomé, ¿ha tenido él otras existencias? –Resp. No.

7. ¿Qué edad tenía cuando hubo desencarnado? –Resp. Unos treinta años.

8. ¿Se puede saber quién era él? –Resp. Estaba vinculado a la Casa de Coligny.

9. Si hubiésemos podido evocarlo, le habríamos preguntado si se acuerda del nombre de la calle en que fue asesinado, a fin de ver si, yendo a ese lugar cuando regrese a París, el recuerdo de la escena sería todavía más preciso. –Resp. Fue en el cruce Bucy.

10. ¿Aún existe la casa donde fue muerto? –Resp. No; fue reconstruida.

11. Con el mismo objetivo le habríamos preguntado si recuerda el nombre que tenía. –Resp. Su nombre no es conocido en la Historia, porque él era un simple soldado. Se llamaba Gaston Vincent.

12. Su amigo, aquí presente, desearía saber si recibió sus cartas? –Resp. Todavía no.

13. ¿Erais su ángel guardián en aquella época? –Resp. Sí, en aquel entonces y ahora.

Nota – Los escépticos, más burlones que serios, podrían decir que su ángel guardián lo ha protegido mal, y podrían preguntar por qué él no ha desviado la mano que lo ha apuñalado. Aunque semejante pregunta merezca apenas una respuesta, quizá algunas palabras al respecto sean útiles.

En primer lugar diremos que si el morir pertenece a la naturaleza humana, no está en el poder de ningún ángel guardián oponerse al curso de las leyes de la naturaleza. De lo contrario, no habría razón para que ellos no impidiesen la muerte natural tanto como la muerte accidental; en segundo lugar, estando el instante y el género de muerte en el destino de cada uno, es necesario que este destino se cumpla. En fin, diremos que los Espíritus no encaran la muerte como nosotros, de modo alguno; la verdadera vida es la vida del Espíritu, cuyas diversas existencias corporales no son más que episodios; el cuerpo es una envoltura que el Espíritu reviste momentáneamente y que éste deja como lo hace con una ropa que está usada o rasgada. Por lo tanto, poco importa que se muera un poco más tarde o más temprano, de una manera o de otra, ya que en definitiva siempre es necesario desencarnar, y que la muerte, lejos de perjudicar al Espíritu, puede serle muy útil según la manera en que se realiza; es el prisionero que deja su prisión temporaria para disfrutar la libertad eterna. Por lo tanto, puede ser que el fin trágico de Gaston Vincent haya sido una cosa útil para él como Espíritu, lo que su ángel guardián comprendía mejor que él, porque uno veía solamente el presente, mientras que el otro veía el porvenir. Los Espíritus que han sido retirados de este mundo a través de una muerte prematura, en la flor de la edad, nos han respondido frecuentemente que era un favor de Dios, que así los había preservado de los males a los cuales, sin esto, hubieran estado expuestos.