.
Primer bajo de la Ópera Cómica en el Teatro de Toulouse, ex contratado del Sr. Carvalho.
Nota – No es de nuestro conocimiento que el Sr. Oscar Comettant haya publicado esta respuesta, ni tampoco la nuestra; ahora bien, atacar sin admitir la defensa no es un combate leal.
Bruselas, 23 de diciembre de 1859. Mi querido colega:
Vengo a exponeros algunas reflexiones etnográficas sobre el mundo de los Espíritus, con la intención de rectificar una opinión bastante generalizada, pero, a mi parecer, muy errada sobre el estado del hombre después de su desencarnación.
Se imagina erróneamente que un imbécil, un ignorante, un bruto se vuelva inmediatamente un genio, un sabio, un profeta porque ha dejado su envoltura corporal. Es un error análogo al de quien admitiera que un criminal, liberado de la camisa de fuerza, se va a volver honesto, o que un tonto se vuelva sensato y que un fanático se transforme en razonable, por el solo hecho de haber transpuesto la frontera espiritual.
No es nada de eso; llevamos con nosotros todas nuestras
conquistas morales, nuestro carácter, nuestro conocimiento, nuestros vicios y virtudes, con excepción de lo material: los cojos, los tuertos y los jorobados no lo son más; pero los bribones, los avaros y los supersticiosos aún continúan siéndolo. Por lo tanto, no es de admirarse que escuchemos a los Espíritus pedir oraciones, desear que se cumplan las peregrinaciones que ellos habían prometido e, incluso, que se encuentre el dinero que habían escondido, con el objetivo de darlo a la persona a quien lo habían destinado, y que la indican exactamente cuando está reencarnada.
En suma, el Espíritu que tenía un deseo, un plan, una opinión, una creencia en la Tierra, desea verlos realizados. Así, Hahnemann exclamaba: “Coraje, amigos míos, mi doctrina triunfa; ¡qué satisfacción para mi alma!”
En cuanto al Dr. Gall, vos sabéis lo que él piensa de su ciencia, así como Lavater, Swedenborg y Fourier, el cual me ha dicho que sus alumnos habían truncado su doctrina al querer saltar la fase del
garantismo, que él me felicita por proseguir.
En una palabra, todos los Espíritus que profesaban una religión, una idolatría o un cisma por convicción, persisten en las mismas creencias, hasta que sean esclarecidos por el estudio y por la reflexión. Tal es el objeto de mis investigaciones en este momento, y evidentemente es un Espíritu lógico quien me las dicta, porque hace una hora yo solamente pensaba en ir a la cama para concluir la lectura del excelente y pequeño libro de la Sra. de Henry Gaugain, sobre las lamentables ideas preconcebidas de los bajo-bretones contra los nuevos inventos.
Al continuar vuestros estudios, reconoceréis que el Más Allá no es más que la imagen daguerrotipada de este mundo, que –como sabéis– reúne Espíritus malignos como el diablo, y malos como los demonios. No es de admirarse que las personas simples se engañen y se queden confundidas cuando se comunican con ellos, lo que las priva de la visita de los Espíritus buenos y grandes, menos raros allá en lo Alto que aquí abajo, ya que los hay de todos los tiempos y de todos los lugares, y éstos sólo nos quieren dar buenos consejos y hacernos el bien; mientras que sabéis con qué repugnancia y con qué cólera los malos responden al llamado forzado. Pero el mayor, el más raro de todos los Espíritus, el que viene solamente tres veces durante la vida de un globo, el Espíritu Divino, el Santo Espíritu, en fin, no obedece a las evocaciones de los pneumatólogos; viene cuando quiere,
spiritus flat ubi vult, lo que no significa que no envíe a otros para prepararle el camino.
La jerarquía es una ley universal,
todo es como todo, como además entre nosotros. Lo que retarda más el progreso de las buenas doctrinas, que la persecución no deja avanzar, es el falso respeto humano.
Hace mucho tiempo que el Magnetismo habría triunfado si, en lugar de decir: el Sr.
X., el Sr.
N., se hubiera dado el nombre y la dirección de las personas para referencias, como dicen los ingleses. Pero se dice: ¿quién es ese Sr.
M. que se oculta? Aparentemente un mentiroso. ¿Y el Sr.
J.? Un embustero. ¿Y ese Sr.
F.? Un farsante o, mejor dicho, un ser en el cual no se puede confiar, porque se esconde y se enmascara para hacer mal o mentir.
Hoy, que las Academias admiten finalmente al Magnetismo y al sonambulismo, primos hermanos del Espiritismo, es necesario que sus adeptos tengan valor para asumirlo con todas las letras. El miedo al
qué dirán es un sentimiento cobarde y malo.
La acción de asumir lo que se ha visto y lo que uno cree, no debe más ser considerado como un rasgo de coraje; por lo tanto, debéis aconsejar a vuestros adeptos a hacer lo que yo siempre he hecho: firmar.
JOBARD
Nota – Estamos de acuerdo en todos los puntos con el Sr. Jobard; primeramente, sus observaciones sobre el estado de los Espíritus son perfectamente exactas. En cuanto al segundo punto, anhelamos como él a que llegue el momento en el cual el miedo al qué dirán no detenga más a nadie. Pero, ¿qué queréis? Es preciso tener en cuenta la debilidad humana; unos comienzan, y el Sr. Jobard tendrá el mérito de haber dado el ejemplo; otros seguirán –estad seguro de esto– cuando perciban que pueden poner los pies hacia fuera sin ser mordidos; es necesario tiempo para todo; ahora bien, el tiempo llega más rápido de lo que cree el Sr. Jobard; la reserva que mantenemos en la publicación de los nombres es motivada por razones de conveniencia, por lo que hasta el presente no tenemos sino que congratularnos; mientras tanto, constatamos un progreso muy sensible en el coraje de opinión. Todos los días vemos a personas que, hasta hace poco tiempo, apenas se atrevían a confesarse espíritas; hoy lo hacen abiertamente en las conversaciones y defienden tesis sobre la Doctrina, sin preocuparse en lo más mínimo con los epítetos malsonantes con que las califican; este es un paso inmenso: el resto vendrá. Ya lo he dicho al comienzo: Algunos años más y se verá realmente otro cambio. En poco tiempo sucederá con el Espiritismo lo mismo que ocurrió con el Magnetismo: hasta hace bien poco atrás, solamente entre cuatro paredes se atrevían a decir que eran magnetizadores; hoy, ser magnetizador, es un título que da honor. Cuando estuvieren realmente convencidos de que el Espiritismo no quema, se dirán espíritas sin más miedo, como dicen que son frenólogos, homeópatas, etc. Estamos en un momento de transición, y las transiciones nunca se hacen bruscamente.